14 diciembre 2006

Dictadores y pantanos - 14.12.2006

Bruselas. Cielo azul. No llovía. En un día que no parecía tan contradictorio como piensa nuestro amigo Martial, se produce la muerte de Augusto Pinochet. El 10 de diciembre. El día en el que se conmemora cada año la Declaración Mundial de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.


Dice Benedetti que la muerte ha vencido a la justicia. Muchos hemos seguido con esperanza los numerosos procesos abiertos al dictador (nada de “ex”...eso se lleva hasta la tumba y más allá) por asesinatos y torturas. Primero fue el juez Garzón quien tuvo el valor de “estirar” las normas penales españolas y hacer pasar al monstruo por la humillación de estar detenido como un vulgar delincuente. Luego, los propios jueces en Chile le han retirado la inmunidad y le han llegado a imponer arresto domiciliario. A pesar de que no hubo sentencia condenatoria, lo cual hubiese sido un detalle en la reparación a las víctimas, se han sentado principios importantes: ahora ningún dictador podrá pasearse por ahí alegremente e impunemente. Y se lo pensarán dos veces antes de salir de su madriguera.


Porque dar un golpe de estado contra un gobierno elegido por sufragio universal, torturar a miles de personas, hacer desaparecer niños, perseguir a las familias de los sospechosos, ya no sale tan gratis. Y por mucho que algunos nostálgicos como Fraga declaren que Pinochet “dejó Chile mejor de lo que encontró”, evocando aquella teoría de los pantanos inaugurados por el generalito de El Ferrol, Pinochet fue un traidor –algo que debería ser una deshonra para los militares que aún le rinden honores-, un tipo con una voz horrible –será que para ser dictador hay que ser bajo, mezquino y con voz de pito...?- y un criminal. Tengo serias dudas de que el desarrollo económico de Chile de los últimos años se deba a su capacidad como gobernante –como muestra, la quiebra de los fondos privados de pensiones que el dictador impuso a los trabajadores del país-. De hecho, incluso sus antiguos partidarios –todos ellos con una ceguera "a la Saramago"- reconocen hoy que el dictador se hizo su fortuna en cuentas secretas de bancos extranjeros de forma corrupta. Por una vez, y sin que sirva de precedente, creo que mi querido Mario no tiene razón. La historia no absolverá a Pinochet. Quien patentó en latitudes más caribeñas esa frase autoindulgente debería tomar nota.
Terminaré con la frase con la que Salvador Allende, el presidente elegido por los chilenos y derrocado por Pinochet, se despidió de sus ciudadanos, asediado por los militares, a través de la radio:

"Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".

In memoriam de todas las personas asesinadas, torturadas y desaparecidas por obra de la violencia fascista de Pinochet y sus secuaces, y de sus familiares y amigos, que sufrieron y sufren la angustia de la pérdida.

Tony Fernández

27 noviembre 2006

Blame it on Murakami - 26.11.2006

El pasado 19 de noviembre, el suplemento literario del New York Times, que publica semanalmente las listas de los libros más vendidos, contenía una noticia curiosa: una encuesta sobre los libros más robados en las librerías de Estados Unidos. Pese a lo anecdótico del asunto, parece que libros como la Biblia o manuales con consejos cómo encontrar trabajo son hurtados a diario para desconcierto de los libreros. En el caso de la Biblia y de los libros de autoayuda, la desesperación parece ser un factor que empuja la gente al hurto; pero ni siempre la respuesta es tan sencilla. La vergüenza (en el caso de los libros de contenido erótico) o la falta de dinero (en el caso de libros para adolescentes, como los de ciencia-ficción) también han sido mencionados por los libreros como (supuestos) motivos. Pero la respuesta más pintoresca vino de un librero de Seattle: los libros que vienen desapareciendo más rápidamente en los últimos meses son las novelas del escritor japonés Haruki Murakami, uno de mis escritores preferidos y, hasta el año pasado, en el que Tusquets publicó una traducción de su novela Norwegian Wood al castellano (traducida infamemente como Tokio Blues), un gran desconocido en España. De acuerdo con el librero, Murakami sería un “escritor subversivo”. Hay que transcribir sus comentarios en inglés, porque traducido no tendrían gracia: “Murakami is a subversive writer with an outlaw sensibility. His characters have this Everyman thing going on, but they are also working against the grain”. Ignoro si Murakami estaría de acuerdo con este comentario, pero la verdad es que la parte del “everyman thing” tenía mucha gracia. Por cierto, Tusquets acaba de sacar una traducción de la última novela de Murakami (Kafka on the shore o Kafka en la orilla). Pero si no lo habéis leído, os recomendaría que lo leyerais en el siguiente orden (sólo cito los libros que se han publicado en español): 1) La caza del cordero salvaje (Anagrama); 2) Norwegian Wood (sí es el Tokio Blues ése); 3) Sputnik mi amor; 4) Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (una novela de más de 800 páginas que ya requiere cierta familiaridad con el mundo de Murakami); 4) Kafka en la orilla. Sobre todo, no hay que leer una novela que se titula Al este de la frontera, al oeste del sol – es sencillamente mala... La semana que viene hablaré más de Murakami. Hasta entonces,
Iván

11 noviembre 2006

Tres elecciones - 11.11.06

Querido Tony,

Espero que estéis bien en Bruselas, y que no llueva demasiado. Pero como decía el amigo Martial, hay que animarse: sólo quedan 150 días de lluvia hasta que llegue el verano... Por aquí, como sabes, lo que asusta a todo el mundo es la inminente llegada del invierno. Todos (sobre todo los que, como yo, tienen un pedigrí tropical-mediterráneo) hablan del frío: que si nevará antes de Thanksgiving, que si hay que tener un buen abrigo, etc. Yo – gracias a María, desde luego – ya tengo un super abrigo que me permitiría ir al Polo Norte, si hiciera falta. Tiene una cantidad de cierres que asusta, e incluso tiene un forro polar interno, lo que hace con que me sienta una cebolla. Estoy tan preparado que casi tengo ganas de que nieve de una puta vez para ir de Cebolla Man por ahí.

Sin embargo, el frío no está llegando, lo que hizo las delicias de la gente que esperaba ansiosamente por Halloween. Por cierto: el Halloween fue mi primer shock cultural de verdad en Estados Unidos... No sólo porque la gente se curra mucho los disfraces (ya te acordarás de la cantidad de frikis que van por la calles), sino que hay un ambiente muy de carnavales por aquí. Resulta divertido ver cómo los yanquis, que suelen parecer muy conservadores, se despelotan completamente cuando llega Halloween. Las chicas van en trajes mínimos (unas de enfermeritas, otras de policías sexy, otras directamente en ropa interior – a una que iba así no me he atrevido a preguntar de qué iba -), y los tíos tampoco se quedan cortos: en una fiesta en la facultad había uno que iba de jugador de Waterpolo. ¿Te lo imaginas?

Fue divertido. Pero ahora ya parece algo muy lejano: se empieza a ver por ahí señales de la inminente llegada de Acción de Gracias y de la Navidad, y – desde luego - me ha entrado el agobio de los estudios: me queda un mes para el inicio de los exámenes y creo que no levanto cabeza hasta entonces... Pero el ambientillo de “trick-or-treat” está en el aire, como han demostrado las elecciones parlamentarias en Estados Unidos.

En todas las encuestas que se manejaban, se hablaba de una posible derrota electoral de los Republicanos en la Cámara de los Diputados. Entre Irak, Katrina, Rumsfeld, y escándalos de pedofilia y corrupción en el seno del partido, pongamos que nadie pensaba que el debate podría centrarse en temas locales... Pero fue una debacle de proporciones históricas: pese a la activa presencia de Bush en las campañas más reñidas, los Republicanos han sufrido una derrota que recuerda la derrota de los Demócratas en 1994, en la que perdieron el control de Cámara y Senado, dejando al gobierno de Bill Clinton en una situación complicada. Pues los Republicanos también han perdido el control del Senado.

Ahora se abre un período de interrogantes: quedan dos años para que termine el penoso mandato de George Bush y ahora él estará de manos y pies atados respecto de algunos de los principales temas de su agenda. Seguramente, no tendrá demasiado margen en Irak, ni tendrá carta blanca en temas de política comercial o de reducción de impuestos. Seguramente, Bush tratará de establecer cierto consenso alrededor de temas en los que podrá contar con cierto apoyo demócrata, como la política exterior (los momentos más agrios del contencioso con Irán o Corea del Norte todavía no se han visto).

Pero ahora Bush es más “lame duck” que nunca, y probablemente empezará la cuenta atrás para el final de su carrera política. Su legado: un mundo no es menos peligroso de lo que era el 12 de septiembre de 2001. E Irak. En este último particular, son muchas las voces en el Partido Demócrata que pide que se establezca una fecha para la retirada de las tropas estadounidenses. Me da mucho miedo estar de acuerdo con Bush en algo, pero creo que es un error y un acto cobarde. Dejarían a un "failed state" al borde del caos y de la guerra civil, y sin ninguna fuerza exterior que pudiera imponer un mínimo orden (no hay que contar con las Naciones Unidas - ¿qué país en su sano juicio enviaría tropas allí a estas alturas?). Pero creo que tampoco llegaríamos a conocer los detalles de la guerra civil en Irak: en cuanto se vayan los americanos (y hayan ejecutado a Sadam), Irak desaparecerá lentamente de las portadas de los diarios y de los titulares televisivos...

Pero no han sido las únicas elecciones de las últimas semanas... Como sabes, Lula se ha reelegido en Brasil. No ha sido la victoria apabullante que esperaban muchos hace algunos meses (muchas encuestas preveían una victoria suya en la primera vuelta), pero ha sido lo suficientemente amplia para que pueda presumir de contar con el apoyo de gran parte de la población, sobre todo los sectores más pobres de la sociedad (que son, en efecto, la gran mayoría). Entre la clase media-alta, los resultados de la elección se recibieron con una mezcla de resignación (al final, la economía de Brasil va bien, y la victoria de Lula es una garantía de pocos cambios) y despecho. La clase media de Brasil jamás quiso a Lula. En una actitud rayana al racismo, siempre le han visto como poco más que un analfabeto. Sin embargo, le han votado en 2002, porque todos creían que "le tocaba", tras 3 elecciones perdidas (una ante Fernando Collor y dos ante Fernando Henrique Cardoso) y un descontento generalizado con la gestión de Cardoso. Se esperaba un cambio en el area social, más honestidad en la política y que se reactivara la economía.

Considerando las enormes expectativas depositadas en Lula, su balance deja mucho a desear. Por un lado, ha tenido momentos brillantes en su política exterior, y se ha convertido en una referencia obligatoria de lo que en su momento llamaron la "cuarta vía", que era como la "tercera vía" de Blair pero llevada a cabo por gente con corazón. Durante los 2 primeros años de su mandato, Lula fue un superstar, y se paseó por el mundo recibiendo doctorados honoris causa y alabanzas por donde iba.

Pero su gobierno, por desgracia, no fue tan brillante: en lo social, hubo mejoras y programas que han calado, pero existe la impresión de que no se ha hecho lo suficiente todavía; en lo económico, ha dejado el mando de los principales ministerios e instituciones en manos de pragmáticos que han sabido gestionar la situación económica de una forma prudente. Pero en el terreno político, los escándalos de corrupción surgidos en el seno de su partido (del que incluso intentó distanciarse en las últimas elecciones) han lastrado su mandato. Quizás el gran problema de ese escándalo (me ahorro el tener que comentarlo, ya que esto me daría para un par de cartas) no fuera el que hubiera corrupción: era el hecho de que el Partido de los Trabajadores (PT) hiciera gala de su moralidad en la administración de Estados y ayuntamientos. Eran, a todos los efectos, "los puros". Por ello, la conclusión de que el PT también era un partido esencialmente corrupto supuso el final de una de las grandes ilusiones de la democracia en Brasil.

Lula, como Bush, también es un "lame duck". No cuenta con el control de Congreso y Senado, y su partido ha perdido muchos escaños. Sin embargo, en un sistema político fragmentario y pluripartidista como el brasileño, podrá contar con el apoyo de otros partidos (que pagará con ministerios) para gobernar. Aunque ello no invite al optimismo, la misma situación se hubiera dado en el supuesto de que la oposición se hubiera hecho con la presidencia - y seguramente habrían manejado el juego de las alianzas peor que Lula. Lula sigue siendo una figura muy popular, y una queja suya en el sentido de que no le dejan gobernar se tomaría muy en serio por la población.

Por último, llegamos a Cataluña. Tripartito II - la venganza. El charnego Montilla de presidente (es lo único que hay que celebrar - la idea de que un "no catalán" pudiera llegar a la presidencia de la Generalitat era algo que se acogía mal incluso en Madrid, como bien explicó en su día el ministro Sevilla - no, Sevilla no es el tío de los Mojinos Escozíos, aunque a veces lo parezca), Carod de conseller en cap (lo sería de todos modos, qué le vamos a hacer). A ver qué sale. Ojalá no se inventen Estatuts, etc., y traten de gobernar un poco, que la gente ya está harta de malos rollos. Me hubiera gustado estar ahí para escuchar lo que dicen en la COPE - que ya eran los ganadores de las elecciones catalanas antes incluso de que se celebrasen, ya que un gobierno CiU + ERC también habría sido la respuesta a los sueños más inconfesables de Jiménez Losantos... Torturas de niños castellanohablantes en la Polonia profunda, OPAs judeomasónicas contra las joyas de España que se fraguan en los pasillos de La Caixa, etc. Ya sabes de memoria todos los platos de carta...

Pero de OPAs entienderás más tú que yo, amigo Tony... Al final, todos los caminos llevan a Bruselas... Y al llegar a Bruselas, dejo de escribir - ya es hora de la comida y María ya me está llamando...

Dale besos a tu queridísima esposa de nuestra parte y disfruta de lo que te queda de finde. Vete al cine, si puedes. Si han estrenado Babel (la última película de Alejandro González Iñarritu, el tío que hizo Amores Perros), vete a verla. Te gustará. No te diré de qué va, pero la moraleja es la siguiente: si eres pobre, estás jodido. Ni siquiera mereces que terminen de contar tu historia...

Un abrazo,

Iván

Iván Rabanillo

29 octubre 2006

El Rey, la Reina, Tony Blair y... Tony - 29.10.2006

Hay que decirlo: el día en que me enteré del nuevo embarazo de Doña Leticia Ortiz, Princesa de Asturias, fue uno de mis mejores días en Nueva York. Ya podía imaginar el alboroto que se habría montado en todos los medios: ediciones especiales de “¿Qué me dices?”, las tertulias extraordinarias de Salsa Rosa (ahora con sangre azul), y los supuestos expertos en temas monárquicos que tendrán unas navidades estupendas. Mientras que los retoños de los Duques de Palma suelen recibirse con cierto desagrado (están haciendo una labor estupenda subiendo las tasas de natalidad del país, pero por desgracia sus hijos probablemente no cotizarán a la Seguridad Social), un posible heredero varón de la Corona suscita bastante más entusiasmo.
Como bien señala el autor del artículo al que doy la réplica, los ciudadanos de progreso están indignados ante la posibilidad de que el posible reinado de la Infanta Leonor no haya durado demasiado. Pero hay mucha más gente a la que le interesa el asunto por distintos motivos:

- A ZP y el PSOE les preocupa el tema porque han metido la pata al decir que tratarían de hacer lo que hiciera falta para que reinara Leonor. Ya. Pero lo que hace falta es cambiar la Constitución, y para ello tienen que disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones antes de que nazca el posible heredero de la Corona. Porque aunque estos señores digan que se inventarán una reforma constitucional que garantice los derechos del Príncipe y a la vez asegure el reinado de Leonor, la verdad es que si nace niño, tendrá derechos adquiridos bajo el actual texto constitucional... Pobre ZP: tanto viene haciendo para garantizar una igualdad “de facto” entre hombres y mujeres y al final se le recriminará no haber salvado a Leonor... Seguro que contaba con que el Príncipe pensara en él antes de emprender sus escarceos reales y se pusiera un condón...

- A los que están instalados a la derecha del Manzanares les ha salido una oportunidad de oro para buscar el “centro” político defendiendo el derecho a reinar de Leonor. Total, no pierden nada y acortan la legislatura de ZP. Y si ZP no convoca elecciones, siempre podrán decir que él es un reformista de pacotilla, un hipócrita, etc. Como dicen por aquí, es una situación “win-win”.

- Un republicano frotaría las manos con este escenario: quizás una lucha fratricida en el seno de la Familia Real podría suponer el fin de la monarquía... Pero si reina Leonor, la perspectiva puede ser incluso mejor: imaginaros que la pequeña Leonor nos salga una chica lista a lo Grimaldi... La opinión pública española no podría soportar que se liara con estafadores y seguratas...

Pero el gran misterio es lo que opinarán en la Casa Real. No entro a valorar, como el autor del artículo anterior, la modernidad o no de la institución monárquica; tampoco me parece el momento de valorar lo que hizo y hace D. Juan Carlos por España (aparte de mensajes navideños más herméticos que las profecías de Nostradamus). Quisiera hablar de una película que he visto y que seguramente da mucho juego para la reflexión: se trata de la película “The queen”, de Stephen Frears, que se estreno por aquí en el Festival de Cine de Nueva York.
De acuerdo con las sinopsis, “The queen” cuenta la historia de lo que habría sucedido en el seno de la Familia Real británica durante los días siguientes a la muerte de Lady Di, en los que el pueblo británico, convulsionado por la pérdida de la mujer que los medios (por sugerencia de Alastair Campbell, cerebro mediático del entonces novel primer ministro Tony Blair) llamaban “princesa del pueblo”, exigía una demostración pública de pesar por parte de la Reina. Esta es una de las historias de la película (que, por cierto, es muy buena). La otra historia, que en mi opinión es la historia principal de la película, es la que protagonizan Tony Blair y la Reina Isabel II.

En agosto de 1997, Tony Blair llevaba menos de 3 meses como primer ministro británico. Hace casi diez años de ello, pero yo recuerdo perfectamente el entusiasmo que suscitaba Blair y su pandilla de jóvenes izquierdistas y revolucionarios, que se proponían reformar las instituciones británicas y dar un aire de modernidad al un país que apenas podía creer que había vivido bajo tanto tiempo bajo la mano dura de Margaret Thatcher. Se hablaba entonces en “Tercera Vía”, se hablaba de la “Cool Britannia”, una Inglaterra joven y vibrante desde el punto de vista social y cultural, pero sobre todo se hablaba de Tony Blair. Porque Blair era un ídolo de masas, el Rey Midas del fin-de-siècle.

A su vez, la Reina Isabel representaba valores completamente distintos. Bien por cuestiones generacionales, bien por ausencia de afecto hacia Diana (algo que puede comprenderse perfectamente, considerando el daño que hizo a la institución), la Reina y su familia permanecieron aislados del mundo durante los días siguientes a la muerte de Diana. Según la película, la cuestión era sencilla: se trataba de un asunto privado del que debía encargarse la familia de Diana (ya que ella ya no era miembro de la Familia Real). Y la Familia Real permaneció en una de sus casas de campo, de cacería y como si nada hubiera ocurrido. Pero no contaban con la reacción popular: por motivos que creo que son inexplicables, el pueblo británico encajó la muerte de Diana como una tragedia personal. Quizás porque fuera joven y guapa, quizás porque había sido víctima de los medios de comunicación (que ella utilizó cuando le convino), quizás porque transmitía una imagen más cercana y sana que una reina anciana y anticuada y un ex-marido que deseaba ser el tampax de una mujer fea. Tony Blair supo ver la oportunidad de marcarse un punto y se sacó de la chistera aquello de que Diana era la "princesa del pueblo". Y en los días siguientes los ingleses, avidos de carnaza y ya instalados en la idea de que Diana fue asesinada por un "establishment" conservador, trataron de exigir que la Familia Real diera la cara y que lamentara su muerte.

Y la mayor parte de la película trata de cómo Blair, con su sonrisa permanente y sus encuestas de opinión, trataba de convencer a la Reina de que había que hacer concesiones para "quedar bien" con el personal. En algún momento, se nota que se trataba de una oportunidad única de asestar un golpe mortal a la monarquía, pero Blair recrimina esta intención a sus asesores, ya que él considera que a nadie le interesa acabar con la monarquía. Blair, ante sus asesores y su mujer, se muestra mucho más conservador de lo que jamás hubiéramos imaginado entonces - y trata de interferir para salvar a la Reina y, de paso, quedar bien en la prensa. Y logra que la Reina se doblegue ante los deseos de sus súbditos.

En la última escena de la película, que describe el primer encuentro entre Blair y la Reina tras el funeral de Diana, hay un momento inolvidable en el que Isabel II le describe a Blair el dolor que le causó el hecho de verse aislada y detestada por la gente, y le augura que lo mismo le pasaría a él, Tony Blair, algún día. Porque es lo que ocurre a todos los políticos, incluso a los que, como Blair, parecían elegidos por los dioses. Sin embargo, lo que hace de Blair un caso único es que a pocos políticos se les quiso tanto como a él: toda una generación creyó en el compromiso de Blair con ciertos principios y ciertos valores que él, por cuestiones de pragmatismo, abandonó. Los que más te pueden decepcionar son los que más has querido. Creo que la tragedia de Tony Blair es la tragedia de todos los idealistas: en algún momento, tus ideales te pueden jugar una mala pasada, y puedes encontrarte solo y visto como un traidor por la gente que te quería.


Ahora, mientras escribo, me doy cuenta de que he dado un giro radical en el texto, tanto respecto al tema como al tono. En el fondo, me interesaba mucho más hablar de los peligros del idealismo que de la monarquía española, y por obra y gracia de una asociación más o menos espontánea de ideas, he pasado de Leti a Isabel II, de Isabel II a Tony Blair, y de Blair a mi amigo Tony. Porque Tony es un idealista. En efecto, es el único idealista a la vieja usanza que conozco. Tony jamás ha presumido de sus ideales o de sus principios, pero es una de aquellas personas que intuyes al instante que los tiene, que los cuida y los valora. Para Tony, las palabras tienen un significado que va mucho más allá de la simple semántica, y esto se nota. Esto es lo que hace de él una persona especial y admirable. Pero sus ideales conllevan una responsabilidad mucho mayor de la que tenemos los demás (es decir, los que vivimos la vida con un alegre cinismo) - porque si Tony nos fallara, sería muy difícil sobrellevar la decepción. Esta es la tragedia de Tony Blair. Pero puede ser la tragedia de cualquier idealista. En resumen, esto era lo que quería decirle a mi amigo Tony.

Iván Rabanillo

17 octubre 2006

Familia realmente numerosa - 17.10.2006

Después de nuestro escarceo sexual, pasemos página y abordemos la actualidad de España (lo siento Iván, pero de momento no voy a hablar del ensayo nuclear norcoreano –la CIA aún no ha podido averiguar si se trataba de un superpedo-). Y no me refiero a las elecciones catalanas, ni a la crisis del Madrid. Ni siquiera al hecho de que con tanto Opá y tanta Opa, algunos se están empachando a millones por ahí…


La princesa Letizia Ortiz Rocasolano ha sido bendecida hace poco por la gloria de una pulsión seminal y ha quedado encinta. Aún no se conoce el sexo del bebo/a, pero de ser varón varón varón, según la Constitución española éste precedería a su hermana mayor en la línea sucesoria, tal y como hizo con las dos infantas el Príncipe de Asturias y futuro padre de la criatura, siempre y cuando, eso sí, no le maten en su casa con un revolver, que siempre puede suceder entre hermanos de sangre azul (acuérdense de las patadas de Froilán a sus primitos en la boda de los príncipes...).


Este hecho ha provocado, desde hace ya un tiempo, tremenda indignación entre los ciudadanos de progreso de este país. Encuentran injusto que se discrimine a la mujer a la hora de heredar cargos que emanan de Dios, por lo que exigen un cambio en el articulado de la Constitución referente a ese particular. Se ignora si la existencia en funciones de la Corona les molesta.


La monarquía es una institución residual, algo del pasado que persiste por razones peregrinas. De toda la vida de Dios, el Rey básicamente era el propietario de tu persona. Sin embargo, con el paso de los años, los avances del pensamiento y la llegada de la música pop, se asientan las llamadas monarquías parlamentarias, en las que el Rey es sólo dueño exclusivo de la representación del país en cenas y ágapes de diversa naturaleza.


Pero mucho que se empeñe la prensa de altura en decir que una monarquía es moderna porque sus miembros hacen surf, la realidad es que cuando hay una erupción de hechos diferenciales en alguna parte del mundo y se forman siete países nuevos de doscientos habitantes cada uno, a ninguno de ellos les da por constituirse en monarquía, lo normal es que sean repúblicas (o dictaduras, sin complejos). Por ejemplo, cuando se rompa España y Cataluña sea independiente, no se convertirá en reino y ofrecerá la corona a Ronaldinho, del mismo modo que los vascos no van a proclamar Rey a un tipo fortachón y con la cabeza grande que domina un valle desde una colina. Aunque no hay que descartarlo, puesto que estamos hablando de españoles, no, definitivamente no, hoy en día no se puede decir que haya una fiebre monárquica. Se trata de un sistema injusto en su más pura esencia.


Por de pronto, en España no ha habido hasta ahora ningún debate en los medios sobre la conveniencia o no de una república que haya alcanzado tres cuartas partes del eco que ha tenido la posible abolición de la Ley Sálica (la norma histórica que regula la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al trono).


La razón que se arguye es irrebatible: Es injusto que el varón herede el cargo antes que la mujer por el mero hecho de ser varón. Ser injusto, por supuesto que lo es. Lo que pasa es que, en este marco, cuando se incide en ese detalle de discriminación sexual, parece que se obvia lo más discriminatorio de todo, el hecho de que se herede el cargo, que se asume con toda naturalidad.).


Lo que no está claro es si también sería considerado como algo tan normal y descontextualizable una iniciativa que promoviera el uso de líquidos inflamables no abrasivos con el cutis para cuando el hombre actual, camisa de Dior, decide coger a la mujer de hoy, bolso de Armani, y prenderle fuego en su domicilio. ¿Se consideraría un avance hacía una violencia de género más moderna y humana?


¿Cómo afrontar esta situación? ¿Cómo aguantar que nadie se queje de que el Rey tenga la osadía de dejarse ver por ahí en pantalones cortos, habrase visto tamaño insulto al pueblo español, y que ahora se monte un revuelo por esta sandez? Dios escribe con renglones torcidos, los caminos del Señor son inescrutables y la única forma de hacer oposición a este dios infantil de “Monarquía, vale, pero que sea chachi” parece ser enroscarse la boina roja, echarse al monte y quemar los pueblos. En mi caso, la reivindicación es tal vez menos abrupta: me limito a pedir que en vez de desterrar a los Reyes y Príncipes a Roma o Ginebra –un retiro dorado, como se hacía antaño-, se les confine a los cuentos de hadas. Ahí no me molestan y tienen por fin una función social.


(En el caso de que al lector de este artículo no le guste la monarquía, tiene un nombre: republicano. Pero si es así, que sude atemorizado en un rincón húmedo y oscuro, porque tal y como demuestra el hecho de que estos temas no se planteen en ningún lado, somos cuatro gatos mal contados. El fantasma de la guerra civil sigue ahí, presente, para recordarnos que Franco se salió en parte con la suya. Qué le vamos a hacer, reproduzcámonos más, como los del Opus...)
Tony Fernández

12 octubre 2006

Oh, the Americans... - 12.10.2006

Hola, esta vez no soltaré ningún rollo, pero hay un vídeo en YouTube que me ha parecido de lo más divertido. Lo publico para que lo veáis...

http://www.youtube.com/watch?v=qXMCOwid6ZU

Libertad, Igualdad, Sexualidad - 12.10.2006

Ahí me has pillado, pequeño Iván. Ciertamente todavía no existe una serie “Sexo en Bruselas” con la que poder realizar un estudio comparativo y contrastar –como tan brillantemente has hecho- si las vivencias de la serie se reproducen en la realidad de esta ciudad apacible. No obstante, teniendo en cuenta que durante mi estancia en Nueva York tuve oportunidad de presenciar como espectador asiduo la famosa serie de TV –reponían capítulos 4 ó 5 veces por semana en diferentes canales…-, me permitiré analizar el fenómeno que va ligado a la misma y que refleja a las claras que hoy los revolucionarios franceses de 1789 hubiesen cambiado su eslogan por el del título…

Sí, lo habéis adivinado. Hoy, a pesar de que algunos lectores saben que suelo ser “libe libe liberal” me pondré un poco moralista. Una cosa es considerar que el sexo es algo maravilloso y que hay que acabar con la represión absurda pregonada por la Iglesia y sus cachorros puritanos que ocupan los poderes fácticos (curiosamente donde más “pervertidos” suele haber…). Y otra considerar que el sexo es una banalidad, una mera frivolidad o una parcela vital en la que todo vale.

La estética de "Sexo en Nueva York" es un poco woodyallense. Es decir, películas protagonizadas por ciudadanos de Manhattan, con una posición económica desahogada, que no se sabe muy bien en qué trabajan, o si ni siquiera trabajan, y que no paran de hablar sin escucharse los unos a los otros. Este modelo ha llegado con éxito a la televisión. Y debo reconocer que al principio la estética me parecía un poco rompedora y atractiva. Con el tiempo, he variado de opinión. Un poco -salvando las distancias, claro- como cuando uno lee el extranjero de Camus y siente simpatía por el extranjero y luego se da cuenta de que es un capullo en muchos aspectos morales.

El hilo argumental de esta serie es bien simple: cuatro amigas solteras neuróticas, con todo el tiempo del mundo para aburrirse, se pasan, día sí y día también, hablando de sexo, vacilando de cuánto chuscan y cotorreando sentadas en la mesa de una cafetería o acudiendo a alguna fiesta privada. La protagonista (Carrie, ahora alter ego de Sarah Jessica Parker) es una pseudo-periodista que escribe una columna sobre sexo, lo que sirve de excusa para presentar sus folleteos y los de sus amigas como una especie de un análisis de campo de un macroestudio científico. Vamos, como Gran Hermano, pero en la ficción.


Los capítulos siguen casi siempre la misma estructura:


- Carrie se encuentra por la calle a una amiga a la que hace mucho tiempo que no veía. La amiga le dice a Carrie que es lesbiana, o bien que se ha casado, y Carrie abre los ojos de par en par, atónita por lo que ha cambiado su antigua amiga, ya que, la última vez que la vio (es decir, cuando tenían quince años), estaba soltera.


- Carrie se lo cuenta a sus amigas, solteras como ella, y empiezan a marujear y a poner verde a la
ex-amiga, en plan, “qué idiota es, casarse con lo bien que se está soltera”, o bien “mira que hacerse lesbiana, con lo bueno que es disfrutar de un buen pene”.


- Acto seguido, Carrie y sus amigas chuscan con hombres y creen ver en sus relaciones un reflejo de la inquietud del episodio correspondiente. Si una se lía con un tipo que le propone matrimonio, Carrie piensa: “Lo sabía, el matrimonio es la plaga actual”. Si se encuentran en una fiesta a una lesbiana, Carrie deduce: “El lesbianismo también está dentro de mí, porque atraigo a las lesbianas”.


- Luego, todas ellas cortan con sus parejas, y se van de fiesta a celebrar su amistad y su heterosexualidad, mientras se oye, en off, la voz de Carrie que sentencia su filosofía al respecto del tema planteado.


“Sexo en Nueva York” nos presenta en realidad a unas treintañeras un poco ridículas, que no han superado la edad del pavo y que temen la llegada de la menopausia. En el fondo, son chicas que buscan a su príncipe azul para casarse, pero no lo encuentran porque los hombres son como son: unos asquerosos egoístas cargados de defectos. Si encuentran a un hombre que no se quiere casar, cortan con él porque huye del compromiso. Si, por el contrario, dan con alguien que les propone matrimonio, cortan porque dicen no soportar la idea del matrimonio. (Tengo que decir que este último punto me dio idea de la poca altura moral de la protagonista y líder del grupito. Después de engañar a su novio –un tipo tierno y romántico - con un hombre casado, todavía encuentra motivos para quejarse de su desgracia...aquella desfachatez me marcó, qué quieren que les diga...)


Pero lo más divertido de “Sexo en Nueva York” es que, intentando hacer un retrato sofisticado de la mujer, la serie describe cierta chabacanería de sus personajes protagonistas (cambien a las chicas por Alfredo Landa, Antonio Ozores y José Luis López Vázquez...y no notarán mucha diferencia):


- Para empezar, son mujeres que no tienen inquietudes culturales. No leen, apenas viajan o van al teatro y, como mucho, alguna vez se dejan caer por algún cine. No les preocupa la política ni aparecen nunca leyendo un periódico.


- Están todo el día cotilleando y preocupadas por su imagen. Su mayor problema es qué vestido ponerse para salir por la tarde, o adivinar qué zapatos combinan con la decoración del restaurante al que van a ir a cenar.
© Manolo Blahnik



- Son envidiosas por naturaleza. Si van invitadas a una fiesta, lo primero que hacen es poner a la anfitriona a caer de un burro. Se emborrachan en la fiesta, hacen el ridículo, intentan ligarse a todos los tipos casados, y se despiden insultando a la persona que las ha invitado.


Aparte de eso, los personajes femeninos están dibujados según una serie de estereotipos banales:


- Carrie. La lista. Es la periodista. A pesar de su profesión (o, precisamente, por ello), no lee nunca nada. Los temas y las conclusiones de sus columnas no surgen por las lecturas que realiza, sino por las conversaciones de sus amigas. Tiene tanta alergia a los libros que se pasea por todas las tiendas de Manhattan, pero nunca aparece en una librería. Los personajes de Woody Allen, al menos, leen.


- Samantha. La ninfómana. Es la que tiene los cascos más ligeros, y, por supuesto, es la rubia de bote. Presume de haberse cepillado a media Norteamérica. Como a Carrie, le sobra el tiempo libre.


- Charlotte. La guapa. Es la chica finolis, la elegante, la más recatada de todas. Es la que mantiene relaciones más largas, es decir, que le duran más de una noche.


- Miranda. ¿La fea?. Es el contrapunto de Charlotte, y, sin llegar a la promiscuidad de Samantha, también le tira a todo lo que se mueve. Ella dice que es abogada, pero trabaja menos que Ally McBeal (lo que ya es decir).


¿Conclusión? Quédense con los restaurantes y cafeterías que visitan las protagonistas de la serie. El resto...mucha mirada sucia y poco mazapán. Mayormente.



Tony Fernández

08 octubre 2006

Panorama sexual de Nueva York - 8.10.2006


En primer lugar, debo disculparme por la demora, pero tenía buenos motivos para esperar prudentemente hasta el momento en el que tuviera suficiente material para escribir algo interesante. Explico: Tony y yo pactamos que la entrega de hoy (atendiendo a pedidos) tendría que tratar de sexo. Y como yo vivo en la ciudad que se considera, por obra y gracia de una serie de televisión, un paraíso de la fornicación, me tocaba disparar primero. OK. Pero yo tenía un problema de fondo: como buen y fiel hombre casado, puedo deciros que el sexo en Nueva York no viene siendo muy distinto del sexo de Barcelona... Así que he tenido que lanzar mano de mis viejos estratagemas (el famoso "cuéntame, cuéntame" que tanto le gusta a Monsieur Fernández) para recoger información entre mis conocidos solteros, auténticos protagonistas de la batalla sexual que se libra en las calles de Manhattan...

La primera conclusión a la que he llegado es que la cosa no está nada fácil por aquí. Los estudiantes incluso lo tienen un poco mejor montado - al final, entre tanta fiesta universitaria con bebida barata, algo puede caer si tienes algo de iniciativa y estás dispuesto a hacer de las chavalas extranjeras de paso tu coto de caza. En esto, mis paisanos brasileños casi siempre se sacan un sobresaliente. Con novia o sin novia esperando en casa, ellos vienen aprovechándose de la imagen de "gente alegre" para enredar a mucha europea y sudamericana a base de "caipirinhas". Están en la pole-position (por cierto, ¡viva Alonso!) y trabajan a contrarreloj: el invierno se acerca y la gente de los trópicos empieza a preocuparse con tener calor humano en las frías mañanas de Nueva York...

Los europeos están pasando sin pena ni gloria. Son pocos y no se ponen de acuerdo acerca de señas de identidad comunes que podrían servirles para montar una fiesta aceptable. Como Europa misma. Y los yanquis están en su mundo aparte: enredados en su mundo competitivo, la verdad es que ellos no se llevan bien ni entre ellos. Igual están metidos en sus habitaciones tratando de comunicarse con la gente por su MySpace o Facebook, o cuidando de sus "yos" virtuales (ahora hay unas páginas web que te permiten vivir una vida alternativa, como el juego de los Sims). A veces alguno aparece, pero casi siempre su aparición se debe a alguna chica lista que ya se ha dado cuenta de los LL.Ms no molan y que la buena inversión de futuro es un estudiante de Derecho de tercer año...

Aparte esto, hay cosas que también condicionan la caza sexual entre los universitarios: la primera es el dinero, aunque poca gente habla abiertamente de ello (el rollo "pobre" se vende mal). Como las cervezas te pueden costar entre 6-9 dólares por ahí (sin "tip"), la vida de soltero te puede salir muy cara... Pero es que todo puede salir caro. Si hiciéramos una simulación de lo que puede costar el proceso de la seducción en NY, podríamos tener: a) ir a la fiesta "guay" del fin de semana (taxi, entrada, bebidas y taxi otra vez: 30-40 dólares); b) llevar a una chati a cenar por ahí (en un algún sitio que salga en la guía Zagat como más o menos "fancy"): unos 100-120 dólares, si te atreves a dártelas de caballero e invitar a la dama y si te atreves a tomar vino en vez del agua te ponen grátis...; c) copas en un lounge de SoHo (cerca de la residencia, para facilitar la preparación de la jugada posterior) - 25 dólares. O sea: el sexo se compra caro en Nueva York, y no hay descuentos para estudiantes.

En el mundo de los jóvenes profesionales de NY, el tema debería estar un poco mejor. Al final, hay bastante más dinero en juego. Ya. Pero lo que me han contado es lo siguiente: en las empresas, las políticas respecto del acoso sexual han terminado por poner límites estrictos al flirteo galante entre fotocopiadora y cafetería, y la verdad es que en el trabajo se liga más bien poco. Queda la opción de buscártelo por ahí: al final, hay un montón de bares chulos jóvenes profesionales, y si las tías de Sex and the City se ligaban a medio Upper East Side por ahí, tampoco puede ser tan difícil... Pues no. En palabras de una chica española veterana en NY, la vida sexual en Nueva York es "como Sex and the City pero sin el sex". O sea: que la cosa está bastante mal. O los tíos no te entran o si te entran, están interesados en tu networking... Y nadie quiere joder un buen networking...

Por el momento, este es mi informe sobre la actividad sexual en la Isla. Seguiré preguntando y preguntando por ahí...

Ahora algunos comentarios sobre lo que se viene cociendo en los Estados Unidos:

- Política - la semana pasada, se ha revelado que un diputado republicano de Florida había enviado mails de contenido erótico a chavalines pro-republicanos. En alguno de los mails, llamaba a algún chiquillo "mi semental". Considerando que se trata del partido anti-aborto, pro-vida y anti-gays, podría esperarse una condena enérgica. Pues no. El partido trató de encubrir el escándalo en mejor estilo "cosa nostra". Las elecciones al Parlamento están a la vuelta de la esquina, y mucha gente cree que los Demócratas se harán con el control del Congreso de los Diputados estadounidense. Ya veremos...

- Más política - esa semana se ha publicado el nuevo libro de Bob Woodward, el periodista del Washington Post que en su día fue uno de los artífices de la caída de Nixon. Se llama "State of Denial" y deja a Bush, Condi, Rumsfeld y amigos muy mal parados. Dice que la Casa Blanca tenía información sobre la inminencia de un ataque terrorista antes del 11-S y no hizo nada. Lo más duro es que Woodward escribió, hace algunos años, un libro llamado "Bush at war" en el que hablaba de Bush y a su equipo de una forma mucho más favorable. Por ello, "State of Denial" se ha recibido como una verdadera bomba... Yo lo compraré y lo comentaré en mis próximas entregas...

- Cine - el viernes fui a ver la última película dirigida por Martin Scorsese. Es "The Departed", con Jack Nicholson, Leonardo DiCaprio y Matt Damon. Scorsese vuelve a temas conocidos: mafia, lealtad, etc. No es tan buena como "Uno de los nuestros" o "Casino" pero es mucho mejor que "Gangs of New York" o "El Aviador". He disfrutado muchísimo...

Un abrazo desde Manhattan,

Iván Rabanillo

19 septiembre 2006

Así que pasen cinco años - 18.09.2006


Hace cinco años, yo y dos de mis mejores amigos vivíamos en un piso en la calle Sant Antoni María Claret de Barcelona. Era el final del verano, y recuerdo que era un día soleado. También recuerdo que aquél día era festivo: fiesta nacional de Cataluña, y una fecha especialmente simbólica – 25 años antes, en Cataluña se celebraba la primera diada legal de una España que poco a poco aprendía a ser democrática. A las 2 y media de la tarde, los tres estábamos en casa, y tratábamos, con escasa pericia culinaria, de preparar unos tortellini de cuyo aspecto no quiero acordarme... El televisor estaba encendido; en la Primera se hablaba de un accidente aéreo en Nueva York (curioso: también era un día soleado aquí). Creo que no le hice mucho caso a la noticia; seguí en la cocina. Hasta que desde el salón uno de mis amigos dijo, como si no entendiese lo que veía: “Pero si viene otrooooo”... No terminó de decirlo.

Lo que vino después lo recuerdo con aun menos exactitud: el silencio, el desplome, las noticias acerca de otros aviones secuestrados en los Estados Unidos. Nadie comprendía lo que sucedía, pero en algunas horas ya se hablaba de una vinculación con el mundo árabe (recuerdo las imágenes de un pálido Arafat donando sangre, con una expresión que parecía decir “si alguno de los nuestros está metido en esto, ahora sí estamos jodidos”). Después, nombres desconocidos empezaron a aparecer: un cierto Osama Bin Laden, los talibanes de Afganistán, un cierto Mulá Omar (¿qué habrá sido de él?), de los que nunca habíamos oído hablar en Occidente. Perdonad: nunca habíamos oído hablar. Porque en aquella época nadie hablaba en términos de “Occidente” y “Oriente”, como ocurre hoy. Creo que esto basta para desmontar teorías sobre la irrelevancia histórica del 11-S, como la que formuló William Dobson en la edición de este mes de Foreign Policy...

Lo que vino después se conoce bien: al dolor sobrevino la rabia, el señor Bush, hasta entonces un personaje borroso del que sólo sabíamos que tenía fama de poco ilustrado y que se había hecho con el poder en Estados Unidos de forma sospechosa, se dio a conocer, y Afganistán, Guantánamo, Irak... el fin de la pax americana de los años Clinton (en Europa, la edad de la inocencia iniciada con la caída del Muro de Berlín había encontrado un tempranero epílogo en los Balcanes), de la exuberancia irracional de los mercados, de la fe en el dios Globalización, la irresistible decadencia del señor Blair y de su tercera vía...

A la luz de los eventos posteriores, podemos tener la tentación de reescribir, si no la historia real, la historia de nuestros sentimientos. Hoy, parece obvio que la terrible pérdida de los americanos en el 11-S no supone mucho, en términos cuantitativos, en comparación con el tsunami de 2004, el paso de Katrina por Nueva Orleáns o el hambre en Darfur... Pero no sentimos este dolor como nuestro. ¿Por qué? Porque, en el fondo, existe "nuestro" dolor y el dolor de los demás.

Asumo mi hipocresía. Admito que aun hoy la tragedia del 11-S me llega con más fuerza al corazón que tantas tragedias anónimas que ocurren entre gente que no identifico como miembros de mi "tribu". Porque puedo imaginarme a mí mismo, o a mi querido amigo Tony, cogiendo un avión a primera hora de la mañana o mirando el skyline de cualquier ciudad desde la ventana de un edificio de oficinas... antes de ser víctima del gran Azar que de repente rompe todos los esquemas de nuestro mundo cómodo y perfecto. Como en aquella mañana de septiembre.

El 11-S se ha vivido en Nueva York de una forma extraña. La prensa local (es decir, el New York Times) suele ser bastante crítica con la Administración Bush, pero no se ha mojado demasiado en relación con el legado histórico del 11-S. Nadie se atreve a decir "debemos pasar página", aunque esto empieza a notarse. El martes pasado, pese a la celebración del aniversario del 11-S, la vida en la ciudad seguía absolutamente normal, con el mismo ajetreo de siempre. Además, puede apreciarse algún cambio en cómo la gente recuerda el 11-S: quizás ahora no se pregunta tanto "por que esto nos ha pasado a nosotros", sino que la gente se limita a recordar las personas que tuvieron la desdicha de estar allí aquél día. Curiosamente, el momento más emotivo de la ceremonia fue el momento en que se leyeron los nombres de las víctimas de aquél día (una señal inequívoca de duelo individualizado).

Bush aparte, nadie ha dicho demasiado que los muertos del 11-S eran "nuestros héroes" (por cierto, se le criticó por el uso electoralista de las celebraciones - otra buena señal), ni se ha adoptado un discurso colectivista. A los que han intentado utilizar el recuerdo del 11-S como un elemento de propaganda patriotera (como el telefilme “The path to 9/11”, emitido por la cadena ABC, que tenía pretensiones de documental pero que inventaba descaradamente escenas que jamás ocurrieron), se les ha criticado con dureza. Incluso los libros y películas que empiezan a tratar del tema tienen un enfoque mucho más individualista: películas como "United 93", o novelas como "Extrelemely loud and incredibly close" (Tan fuerte, tan cerca, en edición de Lumen) o "The Emperor´s children" (que será el gran éxito de la rentrée literaria en NY) evitan la retórica grandilocuente.

No obstante, el futuro no invita al optimismo: mientras el dolor del 11-S remite, dos de sus efectos colaterales (la doctrina del choque de civilizaciones y el fundamentalismo religioso cristiano) siguen plenamente vigentes. La cadena Fox, brazo armado del oscurantismo mundial (me atrevo a decirlo así, ya que entre sus colaboradores cuenta con gente de todos los rincones del mundo, como el expresidente Aznar), ha anunciado recientemente que estrenará un nuevo canal, llamado "Fox Faith", dedicado únicamente a la emisión de programas y películas de contenido religioso (presumiblemente cristiano). La primera emisión de la cadena será la película "La pasión de Cristo" (como no), de "Mad Mel" Gibson. Que, por cierto, ha desarrollado un mecanismo interesante de reacción a las adversidades: si le detienen por conducir borracho, grita que la culpa la tienen los "putos judíos". De haber una escala Richter del antisemitismo, esto sería un 10, vamos...

(En términos de locura, sólo se me ocurre compararlo a los que sostienen que el 11-S fue un montaje de la CIA y del lobby judío para joder a los musulmanes (en realidad, todas las "supuestas" víctimas viven ahora en Minneapolis), o a los que defienden que el 11-M fue obra de una joint-venture entre ETA y Al-Qaeda... Por desgracia, hay más gente que se cree esto de lo que nos gustaría admitir...)

Bueno, nos estamos poniendo serios otra vez... Amigo Tony, ayer estuve hablando por teléfono con tu queridísima esposa, que me hizo saber que hay un clamor popular para que tratemos de uno de los temas "programáticos" de nuestro blog: el sexo. En efecto, en este blog ya hubo deporte, política y mucha, mucha caña, pero de sexo y ritos hispánicos, ná. Si te parece, yo empiezo, ya que vivir en una ciudad que la tele asocia con el sexo (Sex and the city ha subido mucho el caché sexual de la Manzana) me da ese derecho, ¿no crees?

Iván Rabanillo

Copyright de la foto: USA Today

12 septiembre 2006

Septiembre: mitos gemelos - 11.9.2006

Hace hoy cinco años, mi hermana vino a la cocina a decirme con cara compungida: “¡Han tirado las torres en las que estuviste tú, Tony!”. Y el mundo cambió. O no tanto. Cinco años después, mi hermana y yo estuvimos en esa ciudad de la otra orilla, querido Iván. ¡Cómo no sentirse parte de ella, ciudadanos de ella, si desde pequeños la hemos sentido como nuestra gracias al cine y a la TV! Hoy, desde la vieja Europa, la fecha obliga a dejar para una próxima entrega algunas pinceladas clarificadoras de mi reciente escaramuza dialéctica con el Terrible –nos encontraremos en el centro del océano ideológico…y estoy seguro que las coordenadas estarán a la izquierda en el mapa-, así como las impresiones de mi nueva vida junto a Mayra en el reino del chocolate y la cerveza.

Durante muchos años, para mí y muchas personas más, el 11 de septiembre ha sido una fecha de duelo desde aquel martes en 1973 en que Chile perdió su democracia en un golpe militar. Y hace cinco años, casi tres décadas después, el azar de la historia quiso imponer otra vez, en el mismo país que todos culpamos por el golpe de esa terrible fecha, también en martes, un 11 de septiembre lleno de muerte. Mi homenaje al “abuelo” Allende y a todos los chilenos que defendieron la democracia y el socialismo. Sin ser perfectos, dieron esperanzas que otros muchos defraudaron.

A pesar de las fechas gemelas, las diferencias y distancias que separan la fecha chilena de la norteamericana son, debemos admitir, considerables. El enfermizo ataque terrorista a la nación más poderosa sobre la tierra ha tenido y tendrá consecuencias en toda la humanidad. Mientras que muy pocos de los seis mil millones de habitantes que viven hoy en día pueden recordar o identificar qué pasó en Chile.

Una manera en la que los norteamericanos pueden superar su trauma es admitiendo que su sufrimiento no es único.

El duelo de EE.UU. por lo que sucedió ha sido inmenso e inmensamente público. Hubiese sido grotesco esperar que midiera o modulara su angustia. Pero, también es una lástima que, en lugar de utilizarla como una oportunidad para tratar de comprender por qué sucedió el 11 de septiembre, los estadounidenses la aprovecharon como una oportunidad para usurpar todos los sufrimientos del mundo, para llorar sólo los propios y buscar venganza. Porque entonces nos corresponde a los demás formular las preguntas difíciles y decir las cosas duras. Y por nuestros dolores, por ser inoportunos, tal vez no nos quieran. Seremos ignorados y tal vez hasta silenciados.

Lo que pasó desde entonces - la mal llamada operación Libertad Duradera contra Afganistán, la invasión de Irak - ha sido una gran mentira. Afganistán es hoy un país más devastado y caótico que nunca. Los talibanes siguen en las montañas con Bin Laden. Las mujeres, a pesar de las vergonzosas imágenes publicitarias de la CNN, siguen con burka. Lo de Irak es una desfachatez increíble.


Todo ello se ha realizado supuestamente para mantener el modo de vida estadounidense ("American way of life") y extender la democracia en el mundo. Probablemente terminará desbaratando ambas cosas por completo. Diseminará más rabia y más terror por todo el mundo. Para la gente corriente en EE.UU., significará vidas vividas en un clima de incertidumbre perniciosa: ¿Estará seguro mi niño en la escuela? ¿Habrá gas tóxico en el metro? ¿Una bomba en la sala de cine? ¿Volverá mi ser amado a casa esta noche?

El año pasado, en la orilla en la que se ha instalado mi querido Iván, pude percibir esa psicosis un tanto ridícula de los americanos. Comprensible, pero patética a la vez. Porque muchos ciudadanos americanos apoyan - consciente o inconscientemente - un clima de terror en el mundo, o al menos viven de espaldas a la verdad debido a la complicidad de los altavoces mediáticos del poder industrial y militar que gobierna Estados Unidos desde hace décadas.
El gobierno de EE.UU., y sin duda los gobiernos en todo el mundo, han utilizado el clima de guerra como una excusa para limitar las libertades cívicas, negar la libertad de expresión, despedir trabajadores, perseguir a minorías étnicas y religiosas, reducir los gastos públicos y desviar inmensas sumas de dinero a la industria bélica. ¿Para qué? El presidente Bush no puede ni librar al mundo de malvados ni llenarlo de santos. Es absurdo que el gobierno de EE.UU. llegue a jugar con la noción de que podría eliminar el terrorismo mediante más violencia y más opresión. El terrorismo es el síntoma, no la enfermedad. El terrorismo no tiene patria. Es transnacional, una empresa tan global como Coca Cola o Pepsi o Nike. Al primer signo de peligro, los terroristas pueden levantar sus carpas y trasladar sus fábricas de un país a otro, buscando mejores condiciones. Igual que las multinacionales.

Puede que el terrorismo como fenómeno no desaparezca jamás, pero si ha de ser coartado, el primer paso es que EE.UU. por lo menos reconozca que comparte el planeta con otras naciones, con otros seres humanos que, aunque no aparezcan en la televisión, tienen amores y pesares e historias y canciones y penas y, por amor del cielo, derechos.

Lo segundo que deberían hacer los ciudadanos estadounidenses es reflexionar: los ataques del 11 de septiembre fueron una monstruosa tarjeta de visita de parte de un mundo que se ha estropeado terriblemente. El mensaje puede haber sido escrito por Bin Laden y entregado por sus mensajeros, pero también podría haber sido firmado por los fantasmas de las víctimas de las antiguas guerras de EE.UU. Los millones muertos en Corea, Vietnam y Camboya, los miles de caídos cuando Israel, respaldado por EE.UU., invadió Líbano en 1982, los millones de iraquíes fallecidos a manos de Saddam –dictador colocado por EE.UU.- y luego a manos de los bravos marines americanos, los miles de palestinos que han muerto combatiendo contra la ocupación de Israel de Cisjordania. Y los millones que sucumbieron, en Yugoslavia, Somalia, Haití, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Panamá, a manos de todos los terroristas, dictadores y genocidas que el gobierno de EE.UU. ha apoyado, entrenado, financiado y provisto de armamento. Y es una lista que está lejos de ser exhaustiva.

Para un país implicado en tanta guerra y tanto conflicto, el pueblo de EE.UU. ha sido extremadamente afortunado. Los ataques del 11 de septiembre fueron sólo los segundos en suelo estadounidense en más de un siglo. El primer fue Pearl Harbour. La represalia por este ataque tomó un largo camino, pero terminó con Hiroshima y Nagasaki. Después del 11-S, el mundo contuvo y aún contiene la respiración ante los posibles horrores que lo esperan. Irán tal vez sea el próximo.

Alguien –tal vez fuese Michael Moore en su reciente documental Fahrenheit 9/11- dijo recientemente que si Osama Bin Laden no existiera, EE.UU. tendría que inventarlo. Pero, en cierto modo, EE.UU. lo inventó. Estaba entre los yihadis que entraron en Afganistán en 1979 cuando la CIA comenzó sus operaciones en el país.

Pero, ¿quién es realmente Osama Bin Laden? Permítanme que lo formule de otra manera. ¿Qué es Osama Bin Laden?. Es un secreto de familia de EE.UU. Es la siniestra contrafigura del presidente de EE.UU. El salvaje mellizo de todo lo que pretende ser bello y civilizado. Ha sido esculpido de la costilla de un mundo devastado por la política exterior de EE.UU.: su diplomacia de cañonera, su arsenal nuclear, su escalofriante desprecio por las vidas no-estadounidenses, sus bárbaras intervenciones militares, su apoyo a regímenes despóticos y dictatoriales, su despiadada agenda económica que ha devorado las economías de los países pobres como una nube de langostas. Ahora que se ha divulgado el secreto de familia, los mellizos se están fusionando y poco a poco parecen intercambiables. Sus cañones, bombas, dinero y drogas han estado dando vueltas hace tiempo. (Los misiles Stinger que dieron la bienvenida a los helicópteros de EE.UU. en Afganistán fueron suministrados por la CIA).

Ahora Bush y Bin Laden han llegado a copiarse mutuamente la retórica. Cada cual se refiere al otro como "la cabeza de la serpiente". Ambos invocan a Dios y utilizan la vaga divisa milenaria del bien y el mal como su jurisdicción. Ambos están involucrados en crímenes políticos inequívocos. Ambos están peligrosamente armados, uno con el arsenal nuclear de su obsceno poderío, el otro con el poder incandescente, destructivo de los que han perdido espantosamente toda esperanza. La bola de fuego y el punzón. Las torres gemelas de poder. Lo importante es recordar que ninguno de los dos es una alternativa aceptable al otro.

El ultimátum del presidente Bush a la gente del mundo es: “si no estáis con nosotros, estáis contra nosotros”; un trozo de presuntuosa arrogancia. No es una alternativa que la gente quiera, necesite, o deba tener que elegir.

Puede que este artículo parezca especialmente duro, culpabilizador o incluso “antiamericano”. No es mi intención. El más alto respeto a las víctimas exige rigor. Los caminos para reducir el terrorismo, ya apuntadas en mi anterior artículo, van en otra dirección a la seguida por los responsables de muchos países, EEUU a la cabeza. Así que esperemos que el mañana nos depare mejores septiembres.

Tony Fernandez

02 septiembre 2006

La otra orilla - 8.9.2006

A pesar de que el objetivo de este blog no es contar las vicisitudes de las vidas de estos servidores que lo alimentan, he considerado necesario hablar de algo más personal esta semana, y por un motivo sencillo: “Las dos orillas” se ha planteado como un diálogo entre dos amigos instalados en Nueva York y Bruselas, respectivamente. Y esta circunstancia no se había producido hasta ahora – ambos enviábamos nuestros artículos desde Barcelona. Por ello, me ha parecido conveniente informar que ya he ocupado mi posición en la orilla que me corresponde (la de Nueva York), desde el pasado día 21 de agosto. Por cierto, volé con British Airways, vía Heathrow, y también me he sentido acojonado.

Nueva York. Aunque ninguna de mis impresiones de primerizo en America suponga una novedad para mi compañero del otro lado del océano (basta con decir que Tony vivió el año pasado en la misma residencia universitaria en la que resido ahora), quizás a los pocos lectores de este cuaderno les interese alguna descripción de cómo se ve esto en comparación con la supuestamente vieja Europa...

Al llegar, ya he tratado de hacerme con munición informativa para hacer frente a mi lejano amigo: me he suscrito al New York Times, a revistas como The New Yorker y The Economist (que sólo me empezarán a llegar en 4-6 semanas...) Espero poder leer el Times: para que el no ha tenido la posibilidad de leerlo, basta con decir que mitad la edición de domingo del periódico les llega a los suscriptores el sábado – para que les dé tiempo de leerlo todo... He tenido mi primera aventura dominical con el Times el sábado pasado, y confieso que me he dejado todo el día leyéndolo... Incluso empiezo a creer que aquella sensación agradable de abrir la puerta de casa por las mañanas y encontrar las noticias del día justo antes del desayuno se va a convertir en un trabajo de Sísifo: los diarios de días anteriores pronto empezarán a formar una montaña de papel, a la que miraré angustiado... A ver si aguanto...

Al hablar de revistas, hay que hablar también de cómo pagarlas: debido a un sistema bancario que me parece un horror pero que a los estadounidenses les parecerá buenísimo, no puedo tener una tarjeta de crédito. No puedo tener una tarjeta de crédito porque no tengo un historial de crédito (es decir, no hay constancia de que yo, un “non-resident alien” haya consumido lo suficiente para que una agencia de crédito me considere como un tío solvente...). Pero el Catch-22 es el siguiente: no tengo crédito porque nunca he tenido una tarjeta de crédito; pero no puedo tener una tarjeta de crédito porque no tengo crédito... Además, no tengo una tarjeta de la seguridad social, que se llama así pero que en realidad, tiene muy poco que ver con la seguridad social... Difícil comprenderlo, ¿no? Pero es así. Además, parece que todo aquí funciona con cheques: recibo mi generosa beca a través de un cheque que me llega por correo; el otro día el Citibank me ha enviado una caja llena de cheques, que espero no utilizar.

Porque gastar aquí es fácil. Se habla mucho del consumismo yanqui: y seguramente lo que dicen será verdad. Te impresiona ver como durante los siete días de la semana (festivos incluidos) los comercios, grandes y pequeños, están abiertos, y con horarios absurdos desde la perspectiva europea. Incluso en su “Labor Day” (su día del trabajo), todo estaba abierto... No quiero ponerme en plan Tony, pero intuyo que la precariedad laboral tiene que ser tremenda en una ciudad en la que muchísima gente trabaja por las propinas... Pero como soy un “neocon” en los sentidos anglófono y francófono, debo expresar mi profunda y egoísta satisfacción personal al poder hacer la compra de la semana un domingo por la tarde, y por jamás estar agobiado pensando que tengo que ir a comprar algo en un determinado día... Me da mucha pena el proletariado local, pero mis suspiros no se oyen entre el ruido de la impresión de los recibos de las tarjetas de crédito...

Cosas maravillosas de aquí: el deporte. Como nadie, absolutamente nadie, habla de fútbol, me siento en el paraíso. Tras un mundial de lo más decepcionante, necesitaba una temporada sin Ronaldinho$, y aquí estoy como en casa. Miro la tele y hay deporte todo el tiempo, pero como no entiendo sus juegos locales (haré un intento de entender el béisbol el próximo viernes, en el que iré a un partido de los Mets contra los Dodgers de Los Angeles – que un día fueron de Brooklyn), me da igual. La ausencia de pasión puede ser algo bello.

Hablando de tele, impresiona la total ausencia de noticias internacionales. Hay cientos de canales, pero todos hablan de noticias locales, y si hay algo internacional, es sobre Irak o Irán, y en términos muy Fox News: mucho TERROR (así, en mayúsculas), muchas ARMAS, mucha AMENAZA. Por lo demás, mucho programa tonto sobre quinceañeras, y fórmulas mágicas para todo en este mundo. Hasta la MTV, que en España mete caña al conservadurismo religioso (ver el anuncio de “Amo a Laura”), aquí tiene unos programas estilo “my big fat sweet sixteen” en los que adolescentes histéricas con problemas de sobrepeso chillan incesantemente y piden a sus papis un BMW. Así es.

Bueno, ya iré contando historias de lo que ocurre en Nueva York, y espero que Tony haga lo mismo desde Bruselas. Antes de terminar, empero, quería hacer un par de comentarios al último artículo de Tony: en primer lugar, debo decir que estoy de acuerdo con muchos de sus planteamientos, y que incluso me ha hecho gracia lo de llamar a su tocayo Blair “Darth Blair”. Y seguramente habría matizado algo de lo que he dicho en el ya lejano 12 de agosto (2 días después de la alerta), ya que por aquél entonces no podría saber que, más un mes después, no se habrían aportado pruebas de los supuestos planes terroristas, y que los sospechosos detenidos seguirían incomunicados... Tony boy, que ha contestado a mi artículo el día 2 de septiembre (21 días después de mi artículo) tenía, pues, una ventaja considerable. Como si en una carrera de 100 metros lisos yo saliese con ocho segundos de desventaja. O como si en un duelo (estilo Barry Lyndon), yo disparara primero y Tony, acto seguido, se fuera a casa, desayunara, echara una siesta, entrenara un par de horas y después volviese a rematarme. Como bien sabrá Tony, la historia suele dar la razón al que más espera...

Por último, creo que ya ha quedado claro que Tony me ha instalado en la orilla de la derecha. Pero lo que ocurre es que Tony a veces desplaza sus interlocutores a su derecha, especialmente cuando dice cosas como que “la huelga es y será huelga aunque la ley no la acoja en su seno”. En mi opinión, puede ser muy peligroso cuestionar la legitimidad de una ley o afirmar la legitimidad de actos contrarios a la ley; un ejemplo de ello podría ser lo que viene ocurriendo en México, donde López Obrador viene manteniendo un pulso con el Estado por el resultado de las elecciones a la presidencia. López Obrador también quiere algo que no está en la Ley; y su discurso está plagado de referencias a la “voluntad popular”, de la que él se considera portavoz... Una situación muy peligrosa, y que invita a reflexionar acerca de qué es la democracia. Yo tengo mi opinión; seguramente Tony tendrá la suya – pero no la discutiremos ahora.

Porque Nueva York se prepara para el quinto aniversario del 11-S.

Propongo, camarada Tony, que seas el primero a escribir sobre el tema. Yo me comprometo a contestar rápidamente. Un abrazo desde Nueva York,


Iván Rabanillo

Manos arriba (esto es...un aeropuerto) - 2.9.2006

Iván, güey: me asombras. Recién recuperado de una insufiencia tecnológica aguda (perdonen las molestias los -pocos- lectores…) y de un mes de agosto con cierta resaca de bodorrio a la española (con música de Paquito chocolatero incluida!), me encuentro con que estás realmente empeñado en que me preocupe por tus simpatías ocasionales hacia la causa del Imperio. Unos meses más al otro lado del Atlántico y te requerirán de portavoz cibernético los “neocons” [los francoparlantes notarán la ironía de este apelativo] de George Bush.

Primero fue la represión intelectual a los empleados huelguistas de Iberia con argumentos legalistas sobre la huelga (la huelga, camarada becario, es y será huelga aunque la ley no la acoja en su seno). Ahora me vienes, en tu última contribución centrada en las medidas tomadas en agosto en los aeropuertos británicos contra un supuesto plan terrorista, con que -y cito- “habrá que felicitar el trabajo llevado a cabo por los servicios de inteligencia de los países involucrados (Reino Unido y Pakistán)”.

Para que veas, cual Luke Skywalker en mis sueños infantiles (no, no soñaba entonces con ser abogado…aunque ver a Robert Redford en Peligrosamente juntos me hizo reconsiderarlo…), recojo el guante: esta vez te has pasado (al lado oscuro) alabando la última pantomima veraniega de la guerra contra el terror (¿o será para el terror?), liderada esta vez por Darth Blair y los agentes al servicio de su Majestad.

Hemos asistido en las últimas semanas a un bombardeo (sic) de noticias acerca de la actuación de los servicios de “inteligencia” (el entrecomillado es mío) británicos para desbaratar múltiples planes terroristas que pretendían hacer explotar aviones entre el Reino Unido y Estados Unidos. Resultados predecibles de esa supuesta operación antiterrorista: 1) caos en los aeropuertos de medio mundo; 2) más psicosis y más terror entre la gente que viajaba en avión; 3) abominables y absurdas medidas de seguridad en los aeropuertos… y fuera de ellos.

Como privilegiado viajero habitual en avión, te diré que desde el 11-S (sobre el que volveremos en unos días, cómo no) ir a un aeropuerto es un ejercicio estresante: estoy harto de ver la rudeza de los guardias en los controles de los aeropuertos, cómo me manosean, cómo lanzan mis pertenencias por la cinta sin miramientos, cómo me escrutan para ver si llevo una bomba en mi interior. Se siente uno acojonado (sin perdón).

Eso como viajero. Como ciudadano, ya ni te cuento. La CIA (o sus colegas del MI5 en Londres) me puede descerrajar sin más un tiro legalmente porque la licencia para matar está convalidada ya no sólo en las pelis de Bond James Bond sino en la realidad.

Y todo eso…¿por nuestra seguridad? Pues yo me siento más inseguro.

Primero, porque como he dicho me acojonan. Si me encuentran un cortauñas en el equipaje de mano o mi jeta sin afeitar les recuerda a algún miembro de Al-Qaeda, igual me envían 5 días a una celda, sin abogado, y sin derecho a avisar a nadie. No se lo deseo a nadie inocente. He leído que en Florida privaron de libertad 24 horas a una señora por llevar una sustancia sospechosa en el biberón…según dicen porque ahora los terroristas podrían utilizar líquidos para fabricar bombas…increíble. Hace siglos que los líquidos pueden servir de explosivo, pero nos venden noticias de este tipo para demostrar que los malvados están maquinando constantemente para cargarse más gente.

Y segundo, porque esas medidas son ineficaces en la mayor parte de los casos. El otro día me subí al avión sin darme cuenta con brocas de taladro (!) y no me impidieron el paso. Los guardias de Barajas o El Prat miran el 80% del tiempo hacia otra parte en las pantallas de rayos X. Los cacheos, con los agobios propios del aeropuerto, casi nunca son exhaustivos de verdad (ya de hacerlos, digo yo que la coherencia dicta que deberían hacerlos “bien”, latex incluido).

Con mis comentarios no quiero frivolizar. Hemos visto muchas personas muertas por atentados terroristas a nuestro alrededor. Y más allá de los muros y alambradas de nuestros países “civilizados” (que esos también mueren, no sólo los del 11-S, los del 11-M y los del 7-J). Hay amenazas reales de gente chalada. Pero no se solucionarán –y en esto soy categórico- por la acción de agencias de espías que actúan al margen de la ley.

No necesitamos misteriosas operaciones de las que nunca se sabe nada concreto, sólo que sirven para que los gobiernos y sus soldaditos invadan nuestra intimidad, nuestros emails, teléfonos, etc. sin control alguno y suspendan arbitrariamente derechos fundamentales. No necesitamos 23 detenidos que permanecen casi un mes sin ser puestos a disposición de un juez (¿qué les hacen durante ese tiempo?, digo yo…, aparte de torturarles con los peores métodos).

No más Guantánamos. Nada de eso sirve para prevenir atentados. Dejen de investigar en instalaciones gubernamentales (no hace falta ir a Irán para eso) nuevos métodos mortíferos de gran alcance. Dejen de financiar directa e indirectamente grupos de chalados en el mundo entero (léanse si pueden el interesante aunque expresionista testimonio de Robert Baer en Soldado de la CIA sobre lo patética que se ha vuelto esa agencia y las demás que funcionan en EE.UU en temas de seguridad nacional). Si arman grupos terroristas hasta los dientes para que desestabilicen países cuando les interesa –hay muchos ejemplos-, no esperen luego que se porten bien cuando otro les paga más para desestabilizar al suyo. Hagan uso de mecanismos de cooperación judicial internacional –siempre que haya garantías para los detenidos-. Hagan uso de la cooperación policial (que no militar!) dentro de la legalidad. Acaben con los paraísos fiscales que sirven de depósito a todos los Bin Laden de este mundo.

Es vergonzoso que casi nadie ponga el acento en estas medidas. Querido Iván, podemos comentar este tipo de noticias al estilo analista Financial Times y darnos una palmadita en la espalda por lo bien que parecen haber funcionado los 007 de este mundo. Pero si nos ponemos serios, esto no es una partida de póquer. Hay que hacer frente a los verdaderos problemas. Y eso pasa, además de por lo mencionado arriba, porque se acaben las mentiras y las medias-verdades contadas a través de la Fox y la CNN.
Que la fuerza nos acompañe.
Tony Fernández (desde Zaventem, aeropuerto de Bruselas)

08 agosto 2006

Al otro lado del Canal - 12.8.2006

La historia de este cuaderno de bitácora es una historia de promesas incumplidas. En mi último texto, prometí hablar del verano y de libros - y, en efecto, mis apuntes hablaban de Albert Camus, de una vieja edición de bolsillo de 'El verano' (publicada por Alianza) y que leí hace muchos años, cuando todavía vivía en Brasil, y cuyas páginas amarillentas hablaban de Orán y rebosaban de luz mediterránea... Asimismo, hubiera querido hablar de mi promesa, eternamente renovada (y siempre incumplida) de dedicar un verano a la lectura de 'En busca del tiempo perdido', de Proust... Y por último, un 'travelling' lateral de un viaje en tren en Castilla y León... Pero a mi me ocurre lo que le sucedía a Cees Nooteboom en 'El desvío a Santiago': siempre parece haber algo que me distrae del objetivo inicial y me lleva a una carretera secundaria.

Me enteré de la operación antiterrorista llevada a cabo en el Reino Unido en Valladolid. Ya por la calle escuchaba los comentarios de la gente: "¿Habéis visto lo de Londres?". Y lo malo de estar de vacaciones es que cuando uno quiere enterarse de lo que ocurre en el mundo, a veces no puede hacerlo... Sin internet y sin televisión, tuve que satisfacerme con la información que me llegaba de parientes - y sólo en la mañana siguiente, ya en el aeropuerto de Barajas, pude informarme de los detalles que poco a poco trascendían a la prensa. El asunto me afectaba directamente: dentro de una semana, me iré a Nueva York vía Heathrow, y me temo que mi preciado portátil estará en manos del personal de tierra de Iberia en el aeropuerto del Prat... El hecho de que Tony les tenga simpatía no llega a tranquilizarme (¿por qué será?).

Aparte consideraciones personales, la información proporcionada en relación con la operación antiterrorista llevada a cabo en el Reino Unido es inquietante: por un lado, reactiva los temores de una masacre en gran escala en Europa con el sello de Al-Qaeda (masacre que incluso hubiera podido coincidir con el 5o aniversario del 11-S); asimismo, el supuesto plan desbaratado por los servicios de inteligencia británicos - explosiones simultáneas en varios vuelos con destino a Estados Unidos, empleando explosivos líquidos de fácil detonación - podría haber dado lugar a una cadena de atentado imposible de detener. A mayor abundamiento, el supuesto plan terrorista suponía una evolución de los métodos empleados por Al-Qaeda y sus comandos satélites: en la medida en que ya no es posible secuestrar aviones - el pasaje seguramente atacaría a los terroristas -, la única estrategia posible pasaría por su destrucción inmediata.

En primer lugar, en el supuesto de que se confirme la existencia de este plan y su inminente ejecución, habrá que felicitar el trabajo llevado a cabo por los servicios de inteligencia de los países involucrados (Reino Unido y Pakistán). Para los británicos, se trataría de un logro que les permitiría sacar pecho tras los errores cometidos en los atentados del 7-J (principalmente, el asesinato del brasileño Jean Charles de Menezes a manos de la policía). Pese a que hay sectores críticos con el revuelo armado a raíz de la operación policial - hay quien pone en duda la inminencia del ataque, y considera que la operación tendría como objetivo dar un espaldarazo a la política internacional de Blair -, la magnitud de los planes terroristas requería una actuación rápida. En este caso, la prudencia aconseja a dar al gobierno británico el beneficio de la duda.

Otro aspecto que ha llamado la atención de los medios fue la detención de más de 20 presuntos implicados en la trama. Todos los detenidos tenían la nacionalidad británica y se habían criado en Inglaterra. La mayor parte de ellos tiene origen paquistaní. Algunos, no obstante, son personas que adoptaron el Islam como religión ya en la edad adulta - es decir, que no tenían mayores lazos con la religión islámica con anterioridad a su conversión. Además, todos eran extremadamente jóvenes, con edades que, en la mayoría de los casos, no sobrepasaban los 20 años. La pregunta que se hace ahora en el Reino Unido es la misma que se hizo tras los atentados del 7-J: ¿por qué?

La respuesta no es fácil. Desde luego, hay que admitir que la comunidad islámica en el Reino Unido se ha radicalizado desde los citados atentados. Sectores de la comunidad islámica y diputados de origen musulmán denuncian la creciente islamofobia por parte de la sociedad británica. Por supuesto, la política exterior del gobierno laborista tampoco contribuye de forma positiva a reducir dicha percepción. Además, se habla de la escasa implantación de políticas dirigidas a la integración de inmigrantes en la sociedad, etc. Pero ¿el surgimiento de terroristas en el seno de la sociedad británica se debe a estos factores? Probablemente no. Si bien es cierto que un musulmán británico seguramente tendrá motivos para sentirse incómodo, el terrorismo local no tiene sus raíces ni en el bienestar (los terroristas del 7-J, por ejemplo, no tenían problemas de inserción laboral, como podría ocurrir en países abiertamente racistas desde el punto de vista laboral como España o Francia) ni en un supuesto rechazo de los símbolos sagrados del Islam por parte del Estado (en este sentido, el Reino Unido tiene un modelo mucho más flexible y tolerante que el de Francia o Turquía, para citar apenas dos ejemplos).

Quizás la respuesta esté en un deliberado rechazo a ciertos valores de la sociedad británica. Timothy Garton Ash, en un artículo publicado en El País (anterior a los acontecimientos del jueves pasado), presentaba encuestas que revelaban que entre los británicos de origen paquistaní existía un sentimiento de pertenencia al llamado "país de origen" bastante superior al verificado en otros países. Asimismo, la encuesta dejaba claro el malestar de los encuestados con el papel de la mujer en la sociedad occidental. Naturalmente, hay que recibir con cautela esta clase de encuestas: los racistas y los grupos más conservadores pueden utilizar estos datos para justificar un giro conservador en materia de integración social.

Pero quizás esto sirva para eliminar cierto complexo de culpa de las sociedades occidentales hacia el fenómeno del islamismo radical: si la alienación de los militantes islamistas tiene su origen en las mismas causas que llevan a que un joven se convierta en un skinhead (por ejemplo), entonces la fórmula para combatir este mal sea más conocida de lo que se suele pensar: reafirmación de los valores humanistas de la sociedad occidental, inversión en formación e información y, finalmente, actuación dura contra los ideólogos que seducen a los adolescentes insatisfechos con la sociedad a adoptar una causa idealizada, estén ellos en Europa o en Karachi. Finalmente, no hay que olvidar que para cada terrorista hay un número exponencialmente superior de ciudadanos de origen musulmán que aborrecen a Al-Qaeda. Por ello (y por ellos), hay que resistir a la tentación de hablar en un "choque de civilizaciones" - aunque sea necesario comprometerse firmemente con los valores esenciales de nuestra sociedad: libertad religiosa, respeto a legalidad e igualdad de géneros. En el largo plazo, estos valores son nuestra mejor defensa contra el terror.

Iván Rabanillo

06 agosto 2006

Ligero de equipaje - 6.8.2006

Tras un largo silencio, mi amigo Tony boy vuelve a la carga... Y con gran acierto, por cierto. En efecto, siempre merece la pena esperar para saber su opinión acerca de los últimos acontecimientos (aunque a veces discrepemos abiertamente). La semana pasada, en nuestro último encuentro en esta Barcelona en la que ya resulta difícil encontrar un kiosco abierto, propusimos que nuestro siguiente tema debería ser ameno, como la Revista de Agosto del País, en la que la trivialidad asciende a la categoría de... trivialidad. Impresionante como a pesar de la guerra en Líbano, la transición en Cuba y las elecciones en el Congo uno puede hacer una inmersión total en lo que verdaderamente importa: dieta mediterránea, los festivales de Bayreuth y Avignon (hablar del Grec suena cutre), sudokus, retrospectivas de veranos pasados, entrevistas con gente guay hechas por otra gente guay, cuentos perezosos, y la lista de las lecturas de verano del Ministro de Justicia... Ya. Supongo que Tony ha sentido el mismo hastío - y lo celebro.

Recuerdo que al despedirme de Tony y recomendarle, como siempre, que se cuidara, pensé: "ojalá no facture sus maletas, que de Iberia sólo cabe esperar lo peor". Bingo. Al leer el artículo de Tony supe que sus pertenencias estaban a salvo.

A veces uno tiene la tentación de ser cínico, y un poco imitar el que dijo que cuándo le hablaban de cultura sacaba la chequera. Lo mismo me ha pasado cuando he leído las palabras "huelga", "constitucional" y "sacrifício". Porque tanto la llamada "huelga" del aeropuerto del Prat como la tan denostada cultura van de lo mismo: de dinero. Dinero que perderán los funcionarios de tierra de Iberia del Prat que seguramente perderán su empleo - y que, como bien recuerda el camarada Fdez, tienen hipotecas que pagar en un escenarios de tipos de interés ascendientes -; dinero que perderán los consumidores que habían contratado viajes, hoteles, etc. En resumen: el proletario oprimido y desesperado versus los pequeño-burgueses en busca de su ración de sol y fotos (como yo, claro está).

Sin embargo, y pese a la indudable legitimidad moral de los empleados de Iberia del aeropuerto de Barcelona, hay aspectos que no podemos obviar, por más ganas que tenga uno de pasarse un día entero sin información (o dos, si hace falta) en un banco de aeroporto (cortesía de AENA) por solidariedad con esta gente maravillosa de Iberia:

En primer lugar, ¿lo sucedido en el Prat puede llamarse huelga? Tengo mis dudas en nombrarlo así, ya que creo recordar que (en aquellas ya lejanas clases de Derecho Laboral que asistí con escaso interés), el derecho constitucional a la huelga se ejercía mediante un procedimiento más complejo que el abandono inmediato de los puestos de trabajo y la invasión sin previo aviso de las pistas del aeropuerto, y que en ningún caso contemplaba una paralización absoluta de servicios públicos. Entonces, ¿si lo ocurrido no fue una "huelga" legal, que nombre y que calificación mereceria semejante acto? Quizás la actuación de estos señores no debería servir de pretexto para que invocáramos la constitución y sí el Código Penal...

Porque lo que querían estos señores (posiblemente sin saberlo) era sabotear a su empresa, secuestrar a la ciudadanía y también de paso al Estado. España es una democracia joven, en la que todos se creen poseedores de derechos absolutos y absolutistas y en el que todos esperan que el papá Estado les venga a salvar de los apuros (aunque los apuros se deban al hecho de que has dejado tus ahorros en manos de una gente que invertía en sellos... jajajajaja). Por su derecho a su empleo, estos trabajadores han invadido las pistas de un aeropuerto, poniendo en riesgo las vidas de muchos pasajeros y las suyas propias, forzando que los vuelos se desviaran a otros aeropuertos de mucha menor capacidad e incapaces de recibr tantos vuelos a la vez. ¿Y si hubiera habido un accidente en algún otro aeropuerto? Acaso no serían dichos trabajadores los responsables de la tragedia? No basta que mamá Iberia reembolse los pasajeros y las demás compañías aereas por las moléstias; no basta que papá Estado presione a la compañía para mantener los puestos de trabajo - es necesario, para el bien de la sociedad, que la Justicia actúe contra los funcionarios de Iberia que han participado en esta desafortunada farsa.

No es posible que en un país serio se consienta que un reducidísimo colectivo de una única compañía pueda, amparado en supuestos derechos individuales y colectivos, colapsar las estructuras aeroportuarias de toda España y media Europa. ¿O es que los trabajadores de Iberia son especiales? A veces, uno tiene esta impresión. Por algún misterioso motivo, no se imagina a un empleado de Cathay Airlines abandonando un coche en plena pista del aeropuerto de Barcelona... Y si lo hiciera, ¿qué habría hecho la policía? Seguramente lo hubiera detenido en el acto. ¿Y por que no se hizo nada contra los empleados de Iberia que ocuparon ilegalmente las pistas? Lo ignoro. Y a diferencia de lo que opina Tony, el objetivo de una eventual actuación policial no hubiera debido ser "hacer con que volvieran a sus puestos", sino reabrir el aeropuerto y garantizar el tráfico aereo de las demás compañías con vuelos en El Prat. Porque cuando un conflicto entre una empresa y sus trabajadores pone en peligro la seguridad ciudadana y las infraestructuras de un país, es necesario que las fuerzas del orden actúen. Pero en este país, en el que la actuación policial se confunde con "fascismo", es demasiado peligroso asumir la responsabilidad de actuar.

Por último, creo que los responsables por los incidentes del Prat han hecho un flaco favor tanto a todos los demás trabajadores aeroportuarios como al propio derecho de huelga. Al llamar semejante alboroto "huelga", se está degradando el derecho constitucional a la huelga y la labor de sindicatos serios que se esfuerzan para defender los derechos de los trabajadores dentro de la legalidad y del respeto a la sociedad. Asimismo, lo ocurrido hace con que reivindicaciones legítimas por mejores condiciones de trabajo sean vistas por la ciudadanía como reclamaciones espurias.

Bueno, ahora me toca a mí iniciar un nuevo tema - y esta vez (si Fidel no muere antes de que termine la semana) voy a dármelas de columnista de El País y hablar de amenidades, con el permiso del amigo Tony...

Iván Rabanillo

04 agosto 2006

Las huelgas son para el verano - 4.8.2006

Calor. Atasco. Este verano la ciudad de Barcelona se está sometiendo a un importante lifting. La verdad es que poco le falta para igualarse a la Villa de Madrí Madrí Madrí en lo que a paneles de obras estivales se refiere. Y ahí estaba yo, apatrullando la ciudad, cavilando una disquisición sobre el asunto –“¿por qué siempre en verano…?”- para mi próximo enfrentamiento internáutico con mi colega el Terrible, cuando la radio escupió noticias de un corte por huelga del tráfico aéreo en el aeropuerto de El Prat.

“Ya estamos”, me dije. Otra huelga de pilotos del SEPLA (Sindicato Español de Puteos en Líneas Aéreas). “Vaya la que se va a liar en plena operación salida…” Pues para mi sorpresa, no eran los pílotos, artistas en eso de presionar cada verano con la huelga para conseguir batir una vez más el record salarial. Esta vez eran los más modestos empleados de tierra de la división de equipajes de la compañía Iberia. Aunque oyendo a los comentaristas (de la nada) en la radio, tal parece que fuesen unos delincuentes comunes.

Marx, un visionario en lo que a análisis político se refiere (la praxis ya fue otra cosa) decía: "La huelga, la crisis, os acercan a la meta; por el gran zafarrancho se os abrirán las puertas del paraíso." Dejemos a un lado las aspiraciones nirvanescas bastante absurdas de Karlitos; hoy, lo mismo que citar a Marx es casi una herejía intelectual, hablar de huelga es hablar de un derecho no ejercitable por molesto. ¿Quién no ha visto los típicos testimonios de “quemaos” por huelgas de empleados de recogida de residuos, de transportes públicos, de funcionarios…diciendo que no se puede aguantá que los huelguistas se atrevan a fastidiar al resto de ciudadanos?

Y es que la huelga –y la consiguiente manifestación pública de reivindicación- es un derecho constitucional conseguido a base de mucho sacrificio por movimientos obreros de innumerables países del mundo. Aunque las relaciones laborales se hayan encauzado de forma más negociada en los últimos decenios (gracias a la amenaza de huelga…claro está…no por la generosidad empresarial), siguen habiendo muchísimos frentes en los que el enfrentamiento entre dueño de la empresa y empleado requiere de medidas de conflicto colectivo. Por muy desagradables que nos sean (y me incluyo a mí mismo).

Se ha hablado de los perjuicios causados por el corte de las pistas y el caos de equipajes consiguiente. De las vacaciones frustradas de muchos otros empleados (del mundo uníos…). Y es cierto. Es un desgraciado daño colateral de esa huelga, ahora que se habla tanto de esa expresión. Con la diferencia de que aquí no se ha matado a nadie. De que además, si la justicia funciona, se indemnizará presumiblemente a los consumidores víctimas del paro.

Pero todavía no he oído a nadie hablar en serio de los 2000 empleados que de la noche a la mañana se hubieran visto –por la desinformación de su empresa, Iberia, en gran medida- en la calle. Con una letra de la hipoteca o un alquiler que pagar. Con hijos a cargo. ¿Acaso debían esperar a ser despedidos para manifestar su descontento? ¿Alguien cree que un simple abandono de sus puestos hubiese servido para algo? Porque a pesar de los beneficios y dividendos distribuidos por Iberia en los últimos años, hay que decir que se les hubiese despedido a todos de no haber sido por su arrojo en ese momento.

¿Desproporcionado? Probablemente. ¿Inoportuno por el momento? Seguro. Pero uno no elige el momento en que le van a poner de patitas en la calle sin indemnización en virtud de esa expresión fantástica de las “causas objetivas de la producción”.

Lo que es desde luego insólito es que los directivos de la compañía Iberia, para la que trabajaban los “amotinados”, no se hayan dignado ofrecer explicación alguna sobre decisiones que se han revelado erróneas y han influido en el desenlace. La oferta presentada por esa compañía al concurso para mantener la concesión de los trabajos en tierra (2000 empleados) quedó la quinta de entre las ocho presentadas, y, según los expertos, era evidente que no podía ganar. A ese error de cálculo se unió una mala comunicación con los afectados, pues, según los sindicatos, se les hizo creer que el resultado del concurso les condenaba al paro, pasando por alto que el convenio del sector garantizaba la subrogación de contratos y que la propia empresa tenía la posibilidad -no ejercida hasta el mismo viernes- de pedir el autohandling (asistencia a los vuelos de la propia compañía), lo que equivalía a mantener el 75% de su plantilla en Barcelona.

Hubo también –qué novedad- error o desidia en la actuación de la empresa, sin informar ni asumir siquiera la obligación de dar un cepillo de dientes a quienes dejó en tierra, aumentando la sensación de abandono entre sus clientes.

Y como última cara de la moneda, se ha criticado la ineficacia político-policial para obligar a los amotinados a abandonar las pistas. Aunque no se trata de un asunto de certeza matemática, se comprende la cautela con que actuaron los agentes, dadas las circunstancias: por el riesgo objetivo y porque no sólo se trataba de desalojar a los huelguistas, sino de hacerles volver a sus puestos, sin lo que la normalidad no podría recuperarse. Con lo cual, en la creencia de que una vez más el gobierno actual ha actuado conforme a sus principios en la dirección de las fuerzas de seguridad, chapeau para los mandos del Ministerio del Interior. Ya saben los que me conocen que no es gratuito oírme decir eso.

Eso es todo de momento, amigos. ¡Disfruten del verano! (¡y no cojan el avión!).

Tony Fernández

25 julio 2006

Fuego cruzado - 25.7.2006

El pequeño Iván me ha pillado a contrapié, aunque es plenamente justificable. Después de nuestros coqueteos con la pelota, íbamos a pasar a una religión menos divertida, la católica, para hablar de los desvaríos de su patriarca, el Papa de Roma. Y he aquí que me hace una finta y se planta de lleno en el más reciente escenario de la lucha entre las otras dos “grandes” religiones monoteístas, el islam y el judaísmo.

Líbano. Casas destruidas. Civiles huyendo de los escombros. Niños ensangrentados llevados en brazos hacia no se sabe dónde.

Si no fuese por la fecha de arriba, uno pensaría leyendo este travelling de reportaje periodístico que estamos de vuelta en los ochenta, cuando “Beirut” era para muchos de nosotros, entonces niños, una cuña obligada en los informativos. Pero no. Aunque haya retrasado –mea culpa- mi respuesta a las reflexiones de mi querido vecino, no había nada que temer en cuanto a la pérdida de actualidad de este asunto. El berenjenal de horror de Oriente Medio, con Palestina como punto central (con el permiso de Irak, sobre el que volveremos a buen seguro), lleva el triste camino de batir los records de longevidad de aquellas guerras de los treinta y los cien años que contenían nuestros libros de texto y que nunca llegamos a entender del todo.

Esas escenas de destrucción absurda siguen bombardeando nuestra pantalla y las portadas de periódicos sin que se nos expliquen con un poco de claridad las partes, las causas y el desarrollo del conflicto. Nombres como Hezbolá, Israel, Hamas, Gaza, Altos del Golán, Siria, Cisjordania siguen siendo un enigma para la mayor parte de televidentes. Mi ponderado vecino ha tenido la comprensible tentación de buscar una explicación a la coyuntura actual, al capítulo de ahora, poniéndose en la piel de Goliat (ironías del destino, Israel ha dejado de ser David para convertirse en el gigantón) y tratando de ver cómo salir de la crisis de estos momentos. Es en cierta medida bueno adoptar esta actitud, máxime teniendo en cuenta que desde Europa se mira con cierta simpatía e indulgencia la causa de los palestinos –cómo no sentirse identificado de alguna forma con quien combate habitualmente los misiles de los helicópteros israelíes con piedras y cócteles molotov-.

No obstante, lo de ahora no parece más que una orgía de bravuconadas militaristas de unos y otros, lanzando cohetes y misiles ¡inteligentes! sobre la población civil, destruyendo las infraestructuras de un país que apenas comenzaba a dejar atrás esa imagen de campo de batalla cotidiano. Una puesta en escena barata de la llamada diplomacia de Estados Unidos y la (des)Unión Europea, haciendo viajes de placer y lanzando cada día declaraciones abstractas que más que diplomáticas son cobardes. La diplomacia no debería ser el arte de no decir nada sino el de decir lo que no gusta sin que eso levante regueros de sangre. Fracaso.

El análisis que hace Iván es sin duda correcto en el corto plazo. Pero hay muchas variables que tener en cuenta que exceden del espacio que nos concedemos para no aburrir al lector. Dejando unas pinceladas apuntadas para futuros debates con una perspectiva más amplia, el Estado de Israel se constituyó en un territorio que pertenecía a otro pueblo como una compensación por los agravios históricos inflingidos por el antisemitismo europeo, con el holocausto nazi como último pedaño del genocidio. Desde entonces se busca rehabilitar el estatus de los territorios palestinos y de los millones de refugiados que algún día desearían volver a su tierra o a lo que queda de ella. La religión crea sin duda una barrera difícil de franquear para afrontar una salida viable y respetuosa con los deseos de paz y prosperidad de todos los afectados. Pero antes de llegar a esos obstáculos, convendría –como siempre he defendido- dejar a un lado la nefasta influencia externa de los actores extraños al conflicto. Bush habla de la "mierda de Hezbolá", la guerrilla chií del Líbano, una de las partes del conflicto actual, olvidándose que los gobiernos del país que preside llevan defecando en esa zona, es decir, armando hasta los dientes a unos (Israel de forma directa) y a otros (los palestinos de forma indirecta) desde hace décadas. De hecho, sin ser muy amigo de la teoría de la conspiración, esto más parece una feria de pruebas de nuevos y sofisticados inventos sangrientos a beneficio de las industrias de guerra (yankees) que un conflicto con algo sustancial de fondo. Los soldados secuestrados no son más que un pretexto patético. Como las armas de destrucción masiva de Irak. Ahora no hace falta mucho para invadir un país. Y para no ser autoindulgente, Europa y sus miembros no se han caracterizado precisamente por un control del tráfico de armas muy riguroso que digamos. Si los ánimos están exaltados, lo mejor no es facilitar al personal armas con las que degollarse. Lo sabemos bien en Europa después de un siglo de guerras fratricidas.

Así que para parar esta matanza y el éxodo de un país, el Líbano, cuna de nuestra (in)civilización, es preciso una mediación contundente e imparcial –no es correcto pedir el desarme a Hezbolá cuando Israel es como apuntaba el pequeño Iván un grave infractor de la legalidad internacional junto-. Es necesario además la interposición de una fuerza de Naciones Unidas –no de la OTAN- que sirva de contención entre los dos bandos, y un apoyo sólido y decidido al gobierno libanés, cuya debilidad es clave a la hora de explicar por qué Hezbolá es hoy una especie de para-Estado dentro del Estado. Por último es indispensable sentar de una vez por todas a los demás actores que están metidos hasta el cuello manipulando el sufrimiento de los ciudadanos palestinos e israelíes. Irán, Siria, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, además de Estados Unidos, Europa y Rusia, han de sentarse a la mesa de negociación y dejar de entorpecer y frustrar las esperanzas de los ciudadanos de a pie israelíes y palestinos que no apoyan las medidas sanguinarias y los abusos de poder de sus gobernantes.

Una solución viable es ésa, más allá de tacticismos militares vacíos y de las interpretaciones de analista de opereta que hacen muchos columnistas en la prensa que no han entendido nada a lo que se juega en el tablero de Oriente Medio.

A partir de ese primer paso, será preciso abordar de una forma paciente pero firme un proceso de paz que hasta la fecha ha sido más proceso que paz.

Tony Fernández