02 septiembre 2006

La otra orilla - 8.9.2006

A pesar de que el objetivo de este blog no es contar las vicisitudes de las vidas de estos servidores que lo alimentan, he considerado necesario hablar de algo más personal esta semana, y por un motivo sencillo: “Las dos orillas” se ha planteado como un diálogo entre dos amigos instalados en Nueva York y Bruselas, respectivamente. Y esta circunstancia no se había producido hasta ahora – ambos enviábamos nuestros artículos desde Barcelona. Por ello, me ha parecido conveniente informar que ya he ocupado mi posición en la orilla que me corresponde (la de Nueva York), desde el pasado día 21 de agosto. Por cierto, volé con British Airways, vía Heathrow, y también me he sentido acojonado.

Nueva York. Aunque ninguna de mis impresiones de primerizo en America suponga una novedad para mi compañero del otro lado del océano (basta con decir que Tony vivió el año pasado en la misma residencia universitaria en la que resido ahora), quizás a los pocos lectores de este cuaderno les interese alguna descripción de cómo se ve esto en comparación con la supuestamente vieja Europa...

Al llegar, ya he tratado de hacerme con munición informativa para hacer frente a mi lejano amigo: me he suscrito al New York Times, a revistas como The New Yorker y The Economist (que sólo me empezarán a llegar en 4-6 semanas...) Espero poder leer el Times: para que el no ha tenido la posibilidad de leerlo, basta con decir que mitad la edición de domingo del periódico les llega a los suscriptores el sábado – para que les dé tiempo de leerlo todo... He tenido mi primera aventura dominical con el Times el sábado pasado, y confieso que me he dejado todo el día leyéndolo... Incluso empiezo a creer que aquella sensación agradable de abrir la puerta de casa por las mañanas y encontrar las noticias del día justo antes del desayuno se va a convertir en un trabajo de Sísifo: los diarios de días anteriores pronto empezarán a formar una montaña de papel, a la que miraré angustiado... A ver si aguanto...

Al hablar de revistas, hay que hablar también de cómo pagarlas: debido a un sistema bancario que me parece un horror pero que a los estadounidenses les parecerá buenísimo, no puedo tener una tarjeta de crédito. No puedo tener una tarjeta de crédito porque no tengo un historial de crédito (es decir, no hay constancia de que yo, un “non-resident alien” haya consumido lo suficiente para que una agencia de crédito me considere como un tío solvente...). Pero el Catch-22 es el siguiente: no tengo crédito porque nunca he tenido una tarjeta de crédito; pero no puedo tener una tarjeta de crédito porque no tengo crédito... Además, no tengo una tarjeta de la seguridad social, que se llama así pero que en realidad, tiene muy poco que ver con la seguridad social... Difícil comprenderlo, ¿no? Pero es así. Además, parece que todo aquí funciona con cheques: recibo mi generosa beca a través de un cheque que me llega por correo; el otro día el Citibank me ha enviado una caja llena de cheques, que espero no utilizar.

Porque gastar aquí es fácil. Se habla mucho del consumismo yanqui: y seguramente lo que dicen será verdad. Te impresiona ver como durante los siete días de la semana (festivos incluidos) los comercios, grandes y pequeños, están abiertos, y con horarios absurdos desde la perspectiva europea. Incluso en su “Labor Day” (su día del trabajo), todo estaba abierto... No quiero ponerme en plan Tony, pero intuyo que la precariedad laboral tiene que ser tremenda en una ciudad en la que muchísima gente trabaja por las propinas... Pero como soy un “neocon” en los sentidos anglófono y francófono, debo expresar mi profunda y egoísta satisfacción personal al poder hacer la compra de la semana un domingo por la tarde, y por jamás estar agobiado pensando que tengo que ir a comprar algo en un determinado día... Me da mucha pena el proletariado local, pero mis suspiros no se oyen entre el ruido de la impresión de los recibos de las tarjetas de crédito...

Cosas maravillosas de aquí: el deporte. Como nadie, absolutamente nadie, habla de fútbol, me siento en el paraíso. Tras un mundial de lo más decepcionante, necesitaba una temporada sin Ronaldinho$, y aquí estoy como en casa. Miro la tele y hay deporte todo el tiempo, pero como no entiendo sus juegos locales (haré un intento de entender el béisbol el próximo viernes, en el que iré a un partido de los Mets contra los Dodgers de Los Angeles – que un día fueron de Brooklyn), me da igual. La ausencia de pasión puede ser algo bello.

Hablando de tele, impresiona la total ausencia de noticias internacionales. Hay cientos de canales, pero todos hablan de noticias locales, y si hay algo internacional, es sobre Irak o Irán, y en términos muy Fox News: mucho TERROR (así, en mayúsculas), muchas ARMAS, mucha AMENAZA. Por lo demás, mucho programa tonto sobre quinceañeras, y fórmulas mágicas para todo en este mundo. Hasta la MTV, que en España mete caña al conservadurismo religioso (ver el anuncio de “Amo a Laura”), aquí tiene unos programas estilo “my big fat sweet sixteen” en los que adolescentes histéricas con problemas de sobrepeso chillan incesantemente y piden a sus papis un BMW. Así es.

Bueno, ya iré contando historias de lo que ocurre en Nueva York, y espero que Tony haga lo mismo desde Bruselas. Antes de terminar, empero, quería hacer un par de comentarios al último artículo de Tony: en primer lugar, debo decir que estoy de acuerdo con muchos de sus planteamientos, y que incluso me ha hecho gracia lo de llamar a su tocayo Blair “Darth Blair”. Y seguramente habría matizado algo de lo que he dicho en el ya lejano 12 de agosto (2 días después de la alerta), ya que por aquél entonces no podría saber que, más un mes después, no se habrían aportado pruebas de los supuestos planes terroristas, y que los sospechosos detenidos seguirían incomunicados... Tony boy, que ha contestado a mi artículo el día 2 de septiembre (21 días después de mi artículo) tenía, pues, una ventaja considerable. Como si en una carrera de 100 metros lisos yo saliese con ocho segundos de desventaja. O como si en un duelo (estilo Barry Lyndon), yo disparara primero y Tony, acto seguido, se fuera a casa, desayunara, echara una siesta, entrenara un par de horas y después volviese a rematarme. Como bien sabrá Tony, la historia suele dar la razón al que más espera...

Por último, creo que ya ha quedado claro que Tony me ha instalado en la orilla de la derecha. Pero lo que ocurre es que Tony a veces desplaza sus interlocutores a su derecha, especialmente cuando dice cosas como que “la huelga es y será huelga aunque la ley no la acoja en su seno”. En mi opinión, puede ser muy peligroso cuestionar la legitimidad de una ley o afirmar la legitimidad de actos contrarios a la ley; un ejemplo de ello podría ser lo que viene ocurriendo en México, donde López Obrador viene manteniendo un pulso con el Estado por el resultado de las elecciones a la presidencia. López Obrador también quiere algo que no está en la Ley; y su discurso está plagado de referencias a la “voluntad popular”, de la que él se considera portavoz... Una situación muy peligrosa, y que invita a reflexionar acerca de qué es la democracia. Yo tengo mi opinión; seguramente Tony tendrá la suya – pero no la discutiremos ahora.

Porque Nueva York se prepara para el quinto aniversario del 11-S.

Propongo, camarada Tony, que seas el primero a escribir sobre el tema. Yo me comprometo a contestar rápidamente. Un abrazo desde Nueva York,


Iván Rabanillo

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