29 octubre 2006

El Rey, la Reina, Tony Blair y... Tony - 29.10.2006

Hay que decirlo: el día en que me enteré del nuevo embarazo de Doña Leticia Ortiz, Princesa de Asturias, fue uno de mis mejores días en Nueva York. Ya podía imaginar el alboroto que se habría montado en todos los medios: ediciones especiales de “¿Qué me dices?”, las tertulias extraordinarias de Salsa Rosa (ahora con sangre azul), y los supuestos expertos en temas monárquicos que tendrán unas navidades estupendas. Mientras que los retoños de los Duques de Palma suelen recibirse con cierto desagrado (están haciendo una labor estupenda subiendo las tasas de natalidad del país, pero por desgracia sus hijos probablemente no cotizarán a la Seguridad Social), un posible heredero varón de la Corona suscita bastante más entusiasmo.
Como bien señala el autor del artículo al que doy la réplica, los ciudadanos de progreso están indignados ante la posibilidad de que el posible reinado de la Infanta Leonor no haya durado demasiado. Pero hay mucha más gente a la que le interesa el asunto por distintos motivos:

- A ZP y el PSOE les preocupa el tema porque han metido la pata al decir que tratarían de hacer lo que hiciera falta para que reinara Leonor. Ya. Pero lo que hace falta es cambiar la Constitución, y para ello tienen que disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones antes de que nazca el posible heredero de la Corona. Porque aunque estos señores digan que se inventarán una reforma constitucional que garantice los derechos del Príncipe y a la vez asegure el reinado de Leonor, la verdad es que si nace niño, tendrá derechos adquiridos bajo el actual texto constitucional... Pobre ZP: tanto viene haciendo para garantizar una igualdad “de facto” entre hombres y mujeres y al final se le recriminará no haber salvado a Leonor... Seguro que contaba con que el Príncipe pensara en él antes de emprender sus escarceos reales y se pusiera un condón...

- A los que están instalados a la derecha del Manzanares les ha salido una oportunidad de oro para buscar el “centro” político defendiendo el derecho a reinar de Leonor. Total, no pierden nada y acortan la legislatura de ZP. Y si ZP no convoca elecciones, siempre podrán decir que él es un reformista de pacotilla, un hipócrita, etc. Como dicen por aquí, es una situación “win-win”.

- Un republicano frotaría las manos con este escenario: quizás una lucha fratricida en el seno de la Familia Real podría suponer el fin de la monarquía... Pero si reina Leonor, la perspectiva puede ser incluso mejor: imaginaros que la pequeña Leonor nos salga una chica lista a lo Grimaldi... La opinión pública española no podría soportar que se liara con estafadores y seguratas...

Pero el gran misterio es lo que opinarán en la Casa Real. No entro a valorar, como el autor del artículo anterior, la modernidad o no de la institución monárquica; tampoco me parece el momento de valorar lo que hizo y hace D. Juan Carlos por España (aparte de mensajes navideños más herméticos que las profecías de Nostradamus). Quisiera hablar de una película que he visto y que seguramente da mucho juego para la reflexión: se trata de la película “The queen”, de Stephen Frears, que se estreno por aquí en el Festival de Cine de Nueva York.
De acuerdo con las sinopsis, “The queen” cuenta la historia de lo que habría sucedido en el seno de la Familia Real británica durante los días siguientes a la muerte de Lady Di, en los que el pueblo británico, convulsionado por la pérdida de la mujer que los medios (por sugerencia de Alastair Campbell, cerebro mediático del entonces novel primer ministro Tony Blair) llamaban “princesa del pueblo”, exigía una demostración pública de pesar por parte de la Reina. Esta es una de las historias de la película (que, por cierto, es muy buena). La otra historia, que en mi opinión es la historia principal de la película, es la que protagonizan Tony Blair y la Reina Isabel II.

En agosto de 1997, Tony Blair llevaba menos de 3 meses como primer ministro británico. Hace casi diez años de ello, pero yo recuerdo perfectamente el entusiasmo que suscitaba Blair y su pandilla de jóvenes izquierdistas y revolucionarios, que se proponían reformar las instituciones británicas y dar un aire de modernidad al un país que apenas podía creer que había vivido bajo tanto tiempo bajo la mano dura de Margaret Thatcher. Se hablaba entonces en “Tercera Vía”, se hablaba de la “Cool Britannia”, una Inglaterra joven y vibrante desde el punto de vista social y cultural, pero sobre todo se hablaba de Tony Blair. Porque Blair era un ídolo de masas, el Rey Midas del fin-de-siècle.

A su vez, la Reina Isabel representaba valores completamente distintos. Bien por cuestiones generacionales, bien por ausencia de afecto hacia Diana (algo que puede comprenderse perfectamente, considerando el daño que hizo a la institución), la Reina y su familia permanecieron aislados del mundo durante los días siguientes a la muerte de Diana. Según la película, la cuestión era sencilla: se trataba de un asunto privado del que debía encargarse la familia de Diana (ya que ella ya no era miembro de la Familia Real). Y la Familia Real permaneció en una de sus casas de campo, de cacería y como si nada hubiera ocurrido. Pero no contaban con la reacción popular: por motivos que creo que son inexplicables, el pueblo británico encajó la muerte de Diana como una tragedia personal. Quizás porque fuera joven y guapa, quizás porque había sido víctima de los medios de comunicación (que ella utilizó cuando le convino), quizás porque transmitía una imagen más cercana y sana que una reina anciana y anticuada y un ex-marido que deseaba ser el tampax de una mujer fea. Tony Blair supo ver la oportunidad de marcarse un punto y se sacó de la chistera aquello de que Diana era la "princesa del pueblo". Y en los días siguientes los ingleses, avidos de carnaza y ya instalados en la idea de que Diana fue asesinada por un "establishment" conservador, trataron de exigir que la Familia Real diera la cara y que lamentara su muerte.

Y la mayor parte de la película trata de cómo Blair, con su sonrisa permanente y sus encuestas de opinión, trataba de convencer a la Reina de que había que hacer concesiones para "quedar bien" con el personal. En algún momento, se nota que se trataba de una oportunidad única de asestar un golpe mortal a la monarquía, pero Blair recrimina esta intención a sus asesores, ya que él considera que a nadie le interesa acabar con la monarquía. Blair, ante sus asesores y su mujer, se muestra mucho más conservador de lo que jamás hubiéramos imaginado entonces - y trata de interferir para salvar a la Reina y, de paso, quedar bien en la prensa. Y logra que la Reina se doblegue ante los deseos de sus súbditos.

En la última escena de la película, que describe el primer encuentro entre Blair y la Reina tras el funeral de Diana, hay un momento inolvidable en el que Isabel II le describe a Blair el dolor que le causó el hecho de verse aislada y detestada por la gente, y le augura que lo mismo le pasaría a él, Tony Blair, algún día. Porque es lo que ocurre a todos los políticos, incluso a los que, como Blair, parecían elegidos por los dioses. Sin embargo, lo que hace de Blair un caso único es que a pocos políticos se les quiso tanto como a él: toda una generación creyó en el compromiso de Blair con ciertos principios y ciertos valores que él, por cuestiones de pragmatismo, abandonó. Los que más te pueden decepcionar son los que más has querido. Creo que la tragedia de Tony Blair es la tragedia de todos los idealistas: en algún momento, tus ideales te pueden jugar una mala pasada, y puedes encontrarte solo y visto como un traidor por la gente que te quería.


Ahora, mientras escribo, me doy cuenta de que he dado un giro radical en el texto, tanto respecto al tema como al tono. En el fondo, me interesaba mucho más hablar de los peligros del idealismo que de la monarquía española, y por obra y gracia de una asociación más o menos espontánea de ideas, he pasado de Leti a Isabel II, de Isabel II a Tony Blair, y de Blair a mi amigo Tony. Porque Tony es un idealista. En efecto, es el único idealista a la vieja usanza que conozco. Tony jamás ha presumido de sus ideales o de sus principios, pero es una de aquellas personas que intuyes al instante que los tiene, que los cuida y los valora. Para Tony, las palabras tienen un significado que va mucho más allá de la simple semántica, y esto se nota. Esto es lo que hace de él una persona especial y admirable. Pero sus ideales conllevan una responsabilidad mucho mayor de la que tenemos los demás (es decir, los que vivimos la vida con un alegre cinismo) - porque si Tony nos fallara, sería muy difícil sobrellevar la decepción. Esta es la tragedia de Tony Blair. Pero puede ser la tragedia de cualquier idealista. En resumen, esto era lo que quería decirle a mi amigo Tony.

Iván Rabanillo

17 octubre 2006

Familia realmente numerosa - 17.10.2006

Después de nuestro escarceo sexual, pasemos página y abordemos la actualidad de España (lo siento Iván, pero de momento no voy a hablar del ensayo nuclear norcoreano –la CIA aún no ha podido averiguar si se trataba de un superpedo-). Y no me refiero a las elecciones catalanas, ni a la crisis del Madrid. Ni siquiera al hecho de que con tanto Opá y tanta Opa, algunos se están empachando a millones por ahí…


La princesa Letizia Ortiz Rocasolano ha sido bendecida hace poco por la gloria de una pulsión seminal y ha quedado encinta. Aún no se conoce el sexo del bebo/a, pero de ser varón varón varón, según la Constitución española éste precedería a su hermana mayor en la línea sucesoria, tal y como hizo con las dos infantas el Príncipe de Asturias y futuro padre de la criatura, siempre y cuando, eso sí, no le maten en su casa con un revolver, que siempre puede suceder entre hermanos de sangre azul (acuérdense de las patadas de Froilán a sus primitos en la boda de los príncipes...).


Este hecho ha provocado, desde hace ya un tiempo, tremenda indignación entre los ciudadanos de progreso de este país. Encuentran injusto que se discrimine a la mujer a la hora de heredar cargos que emanan de Dios, por lo que exigen un cambio en el articulado de la Constitución referente a ese particular. Se ignora si la existencia en funciones de la Corona les molesta.


La monarquía es una institución residual, algo del pasado que persiste por razones peregrinas. De toda la vida de Dios, el Rey básicamente era el propietario de tu persona. Sin embargo, con el paso de los años, los avances del pensamiento y la llegada de la música pop, se asientan las llamadas monarquías parlamentarias, en las que el Rey es sólo dueño exclusivo de la representación del país en cenas y ágapes de diversa naturaleza.


Pero mucho que se empeñe la prensa de altura en decir que una monarquía es moderna porque sus miembros hacen surf, la realidad es que cuando hay una erupción de hechos diferenciales en alguna parte del mundo y se forman siete países nuevos de doscientos habitantes cada uno, a ninguno de ellos les da por constituirse en monarquía, lo normal es que sean repúblicas (o dictaduras, sin complejos). Por ejemplo, cuando se rompa España y Cataluña sea independiente, no se convertirá en reino y ofrecerá la corona a Ronaldinho, del mismo modo que los vascos no van a proclamar Rey a un tipo fortachón y con la cabeza grande que domina un valle desde una colina. Aunque no hay que descartarlo, puesto que estamos hablando de españoles, no, definitivamente no, hoy en día no se puede decir que haya una fiebre monárquica. Se trata de un sistema injusto en su más pura esencia.


Por de pronto, en España no ha habido hasta ahora ningún debate en los medios sobre la conveniencia o no de una república que haya alcanzado tres cuartas partes del eco que ha tenido la posible abolición de la Ley Sálica (la norma histórica que regula la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al trono).


La razón que se arguye es irrebatible: Es injusto que el varón herede el cargo antes que la mujer por el mero hecho de ser varón. Ser injusto, por supuesto que lo es. Lo que pasa es que, en este marco, cuando se incide en ese detalle de discriminación sexual, parece que se obvia lo más discriminatorio de todo, el hecho de que se herede el cargo, que se asume con toda naturalidad.).


Lo que no está claro es si también sería considerado como algo tan normal y descontextualizable una iniciativa que promoviera el uso de líquidos inflamables no abrasivos con el cutis para cuando el hombre actual, camisa de Dior, decide coger a la mujer de hoy, bolso de Armani, y prenderle fuego en su domicilio. ¿Se consideraría un avance hacía una violencia de género más moderna y humana?


¿Cómo afrontar esta situación? ¿Cómo aguantar que nadie se queje de que el Rey tenga la osadía de dejarse ver por ahí en pantalones cortos, habrase visto tamaño insulto al pueblo español, y que ahora se monte un revuelo por esta sandez? Dios escribe con renglones torcidos, los caminos del Señor son inescrutables y la única forma de hacer oposición a este dios infantil de “Monarquía, vale, pero que sea chachi” parece ser enroscarse la boina roja, echarse al monte y quemar los pueblos. En mi caso, la reivindicación es tal vez menos abrupta: me limito a pedir que en vez de desterrar a los Reyes y Príncipes a Roma o Ginebra –un retiro dorado, como se hacía antaño-, se les confine a los cuentos de hadas. Ahí no me molestan y tienen por fin una función social.


(En el caso de que al lector de este artículo no le guste la monarquía, tiene un nombre: republicano. Pero si es así, que sude atemorizado en un rincón húmedo y oscuro, porque tal y como demuestra el hecho de que estos temas no se planteen en ningún lado, somos cuatro gatos mal contados. El fantasma de la guerra civil sigue ahí, presente, para recordarnos que Franco se salió en parte con la suya. Qué le vamos a hacer, reproduzcámonos más, como los del Opus...)
Tony Fernández

12 octubre 2006

Oh, the Americans... - 12.10.2006

Hola, esta vez no soltaré ningún rollo, pero hay un vídeo en YouTube que me ha parecido de lo más divertido. Lo publico para que lo veáis...

http://www.youtube.com/watch?v=qXMCOwid6ZU

Libertad, Igualdad, Sexualidad - 12.10.2006

Ahí me has pillado, pequeño Iván. Ciertamente todavía no existe una serie “Sexo en Bruselas” con la que poder realizar un estudio comparativo y contrastar –como tan brillantemente has hecho- si las vivencias de la serie se reproducen en la realidad de esta ciudad apacible. No obstante, teniendo en cuenta que durante mi estancia en Nueva York tuve oportunidad de presenciar como espectador asiduo la famosa serie de TV –reponían capítulos 4 ó 5 veces por semana en diferentes canales…-, me permitiré analizar el fenómeno que va ligado a la misma y que refleja a las claras que hoy los revolucionarios franceses de 1789 hubiesen cambiado su eslogan por el del título…

Sí, lo habéis adivinado. Hoy, a pesar de que algunos lectores saben que suelo ser “libe libe liberal” me pondré un poco moralista. Una cosa es considerar que el sexo es algo maravilloso y que hay que acabar con la represión absurda pregonada por la Iglesia y sus cachorros puritanos que ocupan los poderes fácticos (curiosamente donde más “pervertidos” suele haber…). Y otra considerar que el sexo es una banalidad, una mera frivolidad o una parcela vital en la que todo vale.

La estética de "Sexo en Nueva York" es un poco woodyallense. Es decir, películas protagonizadas por ciudadanos de Manhattan, con una posición económica desahogada, que no se sabe muy bien en qué trabajan, o si ni siquiera trabajan, y que no paran de hablar sin escucharse los unos a los otros. Este modelo ha llegado con éxito a la televisión. Y debo reconocer que al principio la estética me parecía un poco rompedora y atractiva. Con el tiempo, he variado de opinión. Un poco -salvando las distancias, claro- como cuando uno lee el extranjero de Camus y siente simpatía por el extranjero y luego se da cuenta de que es un capullo en muchos aspectos morales.

El hilo argumental de esta serie es bien simple: cuatro amigas solteras neuróticas, con todo el tiempo del mundo para aburrirse, se pasan, día sí y día también, hablando de sexo, vacilando de cuánto chuscan y cotorreando sentadas en la mesa de una cafetería o acudiendo a alguna fiesta privada. La protagonista (Carrie, ahora alter ego de Sarah Jessica Parker) es una pseudo-periodista que escribe una columna sobre sexo, lo que sirve de excusa para presentar sus folleteos y los de sus amigas como una especie de un análisis de campo de un macroestudio científico. Vamos, como Gran Hermano, pero en la ficción.


Los capítulos siguen casi siempre la misma estructura:


- Carrie se encuentra por la calle a una amiga a la que hace mucho tiempo que no veía. La amiga le dice a Carrie que es lesbiana, o bien que se ha casado, y Carrie abre los ojos de par en par, atónita por lo que ha cambiado su antigua amiga, ya que, la última vez que la vio (es decir, cuando tenían quince años), estaba soltera.


- Carrie se lo cuenta a sus amigas, solteras como ella, y empiezan a marujear y a poner verde a la
ex-amiga, en plan, “qué idiota es, casarse con lo bien que se está soltera”, o bien “mira que hacerse lesbiana, con lo bueno que es disfrutar de un buen pene”.


- Acto seguido, Carrie y sus amigas chuscan con hombres y creen ver en sus relaciones un reflejo de la inquietud del episodio correspondiente. Si una se lía con un tipo que le propone matrimonio, Carrie piensa: “Lo sabía, el matrimonio es la plaga actual”. Si se encuentran en una fiesta a una lesbiana, Carrie deduce: “El lesbianismo también está dentro de mí, porque atraigo a las lesbianas”.


- Luego, todas ellas cortan con sus parejas, y se van de fiesta a celebrar su amistad y su heterosexualidad, mientras se oye, en off, la voz de Carrie que sentencia su filosofía al respecto del tema planteado.


“Sexo en Nueva York” nos presenta en realidad a unas treintañeras un poco ridículas, que no han superado la edad del pavo y que temen la llegada de la menopausia. En el fondo, son chicas que buscan a su príncipe azul para casarse, pero no lo encuentran porque los hombres son como son: unos asquerosos egoístas cargados de defectos. Si encuentran a un hombre que no se quiere casar, cortan con él porque huye del compromiso. Si, por el contrario, dan con alguien que les propone matrimonio, cortan porque dicen no soportar la idea del matrimonio. (Tengo que decir que este último punto me dio idea de la poca altura moral de la protagonista y líder del grupito. Después de engañar a su novio –un tipo tierno y romántico - con un hombre casado, todavía encuentra motivos para quejarse de su desgracia...aquella desfachatez me marcó, qué quieren que les diga...)


Pero lo más divertido de “Sexo en Nueva York” es que, intentando hacer un retrato sofisticado de la mujer, la serie describe cierta chabacanería de sus personajes protagonistas (cambien a las chicas por Alfredo Landa, Antonio Ozores y José Luis López Vázquez...y no notarán mucha diferencia):


- Para empezar, son mujeres que no tienen inquietudes culturales. No leen, apenas viajan o van al teatro y, como mucho, alguna vez se dejan caer por algún cine. No les preocupa la política ni aparecen nunca leyendo un periódico.


- Están todo el día cotilleando y preocupadas por su imagen. Su mayor problema es qué vestido ponerse para salir por la tarde, o adivinar qué zapatos combinan con la decoración del restaurante al que van a ir a cenar.
© Manolo Blahnik



- Son envidiosas por naturaleza. Si van invitadas a una fiesta, lo primero que hacen es poner a la anfitriona a caer de un burro. Se emborrachan en la fiesta, hacen el ridículo, intentan ligarse a todos los tipos casados, y se despiden insultando a la persona que las ha invitado.


Aparte de eso, los personajes femeninos están dibujados según una serie de estereotipos banales:


- Carrie. La lista. Es la periodista. A pesar de su profesión (o, precisamente, por ello), no lee nunca nada. Los temas y las conclusiones de sus columnas no surgen por las lecturas que realiza, sino por las conversaciones de sus amigas. Tiene tanta alergia a los libros que se pasea por todas las tiendas de Manhattan, pero nunca aparece en una librería. Los personajes de Woody Allen, al menos, leen.


- Samantha. La ninfómana. Es la que tiene los cascos más ligeros, y, por supuesto, es la rubia de bote. Presume de haberse cepillado a media Norteamérica. Como a Carrie, le sobra el tiempo libre.


- Charlotte. La guapa. Es la chica finolis, la elegante, la más recatada de todas. Es la que mantiene relaciones más largas, es decir, que le duran más de una noche.


- Miranda. ¿La fea?. Es el contrapunto de Charlotte, y, sin llegar a la promiscuidad de Samantha, también le tira a todo lo que se mueve. Ella dice que es abogada, pero trabaja menos que Ally McBeal (lo que ya es decir).


¿Conclusión? Quédense con los restaurantes y cafeterías que visitan las protagonistas de la serie. El resto...mucha mirada sucia y poco mazapán. Mayormente.



Tony Fernández

08 octubre 2006

Panorama sexual de Nueva York - 8.10.2006


En primer lugar, debo disculparme por la demora, pero tenía buenos motivos para esperar prudentemente hasta el momento en el que tuviera suficiente material para escribir algo interesante. Explico: Tony y yo pactamos que la entrega de hoy (atendiendo a pedidos) tendría que tratar de sexo. Y como yo vivo en la ciudad que se considera, por obra y gracia de una serie de televisión, un paraíso de la fornicación, me tocaba disparar primero. OK. Pero yo tenía un problema de fondo: como buen y fiel hombre casado, puedo deciros que el sexo en Nueva York no viene siendo muy distinto del sexo de Barcelona... Así que he tenido que lanzar mano de mis viejos estratagemas (el famoso "cuéntame, cuéntame" que tanto le gusta a Monsieur Fernández) para recoger información entre mis conocidos solteros, auténticos protagonistas de la batalla sexual que se libra en las calles de Manhattan...

La primera conclusión a la que he llegado es que la cosa no está nada fácil por aquí. Los estudiantes incluso lo tienen un poco mejor montado - al final, entre tanta fiesta universitaria con bebida barata, algo puede caer si tienes algo de iniciativa y estás dispuesto a hacer de las chavalas extranjeras de paso tu coto de caza. En esto, mis paisanos brasileños casi siempre se sacan un sobresaliente. Con novia o sin novia esperando en casa, ellos vienen aprovechándose de la imagen de "gente alegre" para enredar a mucha europea y sudamericana a base de "caipirinhas". Están en la pole-position (por cierto, ¡viva Alonso!) y trabajan a contrarreloj: el invierno se acerca y la gente de los trópicos empieza a preocuparse con tener calor humano en las frías mañanas de Nueva York...

Los europeos están pasando sin pena ni gloria. Son pocos y no se ponen de acuerdo acerca de señas de identidad comunes que podrían servirles para montar una fiesta aceptable. Como Europa misma. Y los yanquis están en su mundo aparte: enredados en su mundo competitivo, la verdad es que ellos no se llevan bien ni entre ellos. Igual están metidos en sus habitaciones tratando de comunicarse con la gente por su MySpace o Facebook, o cuidando de sus "yos" virtuales (ahora hay unas páginas web que te permiten vivir una vida alternativa, como el juego de los Sims). A veces alguno aparece, pero casi siempre su aparición se debe a alguna chica lista que ya se ha dado cuenta de los LL.Ms no molan y que la buena inversión de futuro es un estudiante de Derecho de tercer año...

Aparte esto, hay cosas que también condicionan la caza sexual entre los universitarios: la primera es el dinero, aunque poca gente habla abiertamente de ello (el rollo "pobre" se vende mal). Como las cervezas te pueden costar entre 6-9 dólares por ahí (sin "tip"), la vida de soltero te puede salir muy cara... Pero es que todo puede salir caro. Si hiciéramos una simulación de lo que puede costar el proceso de la seducción en NY, podríamos tener: a) ir a la fiesta "guay" del fin de semana (taxi, entrada, bebidas y taxi otra vez: 30-40 dólares); b) llevar a una chati a cenar por ahí (en un algún sitio que salga en la guía Zagat como más o menos "fancy"): unos 100-120 dólares, si te atreves a dártelas de caballero e invitar a la dama y si te atreves a tomar vino en vez del agua te ponen grátis...; c) copas en un lounge de SoHo (cerca de la residencia, para facilitar la preparación de la jugada posterior) - 25 dólares. O sea: el sexo se compra caro en Nueva York, y no hay descuentos para estudiantes.

En el mundo de los jóvenes profesionales de NY, el tema debería estar un poco mejor. Al final, hay bastante más dinero en juego. Ya. Pero lo que me han contado es lo siguiente: en las empresas, las políticas respecto del acoso sexual han terminado por poner límites estrictos al flirteo galante entre fotocopiadora y cafetería, y la verdad es que en el trabajo se liga más bien poco. Queda la opción de buscártelo por ahí: al final, hay un montón de bares chulos jóvenes profesionales, y si las tías de Sex and the City se ligaban a medio Upper East Side por ahí, tampoco puede ser tan difícil... Pues no. En palabras de una chica española veterana en NY, la vida sexual en Nueva York es "como Sex and the City pero sin el sex". O sea: que la cosa está bastante mal. O los tíos no te entran o si te entran, están interesados en tu networking... Y nadie quiere joder un buen networking...

Por el momento, este es mi informe sobre la actividad sexual en la Isla. Seguiré preguntando y preguntando por ahí...

Ahora algunos comentarios sobre lo que se viene cociendo en los Estados Unidos:

- Política - la semana pasada, se ha revelado que un diputado republicano de Florida había enviado mails de contenido erótico a chavalines pro-republicanos. En alguno de los mails, llamaba a algún chiquillo "mi semental". Considerando que se trata del partido anti-aborto, pro-vida y anti-gays, podría esperarse una condena enérgica. Pues no. El partido trató de encubrir el escándalo en mejor estilo "cosa nostra". Las elecciones al Parlamento están a la vuelta de la esquina, y mucha gente cree que los Demócratas se harán con el control del Congreso de los Diputados estadounidense. Ya veremos...

- Más política - esa semana se ha publicado el nuevo libro de Bob Woodward, el periodista del Washington Post que en su día fue uno de los artífices de la caída de Nixon. Se llama "State of Denial" y deja a Bush, Condi, Rumsfeld y amigos muy mal parados. Dice que la Casa Blanca tenía información sobre la inminencia de un ataque terrorista antes del 11-S y no hizo nada. Lo más duro es que Woodward escribió, hace algunos años, un libro llamado "Bush at war" en el que hablaba de Bush y a su equipo de una forma mucho más favorable. Por ello, "State of Denial" se ha recibido como una verdadera bomba... Yo lo compraré y lo comentaré en mis próximas entregas...

- Cine - el viernes fui a ver la última película dirigida por Martin Scorsese. Es "The Departed", con Jack Nicholson, Leonardo DiCaprio y Matt Damon. Scorsese vuelve a temas conocidos: mafia, lealtad, etc. No es tan buena como "Uno de los nuestros" o "Casino" pero es mucho mejor que "Gangs of New York" o "El Aviador". He disfrutado muchísimo...

Un abrazo desde Manhattan,

Iván Rabanillo