19 septiembre 2006

Así que pasen cinco años - 18.09.2006


Hace cinco años, yo y dos de mis mejores amigos vivíamos en un piso en la calle Sant Antoni María Claret de Barcelona. Era el final del verano, y recuerdo que era un día soleado. También recuerdo que aquél día era festivo: fiesta nacional de Cataluña, y una fecha especialmente simbólica – 25 años antes, en Cataluña se celebraba la primera diada legal de una España que poco a poco aprendía a ser democrática. A las 2 y media de la tarde, los tres estábamos en casa, y tratábamos, con escasa pericia culinaria, de preparar unos tortellini de cuyo aspecto no quiero acordarme... El televisor estaba encendido; en la Primera se hablaba de un accidente aéreo en Nueva York (curioso: también era un día soleado aquí). Creo que no le hice mucho caso a la noticia; seguí en la cocina. Hasta que desde el salón uno de mis amigos dijo, como si no entendiese lo que veía: “Pero si viene otrooooo”... No terminó de decirlo.

Lo que vino después lo recuerdo con aun menos exactitud: el silencio, el desplome, las noticias acerca de otros aviones secuestrados en los Estados Unidos. Nadie comprendía lo que sucedía, pero en algunas horas ya se hablaba de una vinculación con el mundo árabe (recuerdo las imágenes de un pálido Arafat donando sangre, con una expresión que parecía decir “si alguno de los nuestros está metido en esto, ahora sí estamos jodidos”). Después, nombres desconocidos empezaron a aparecer: un cierto Osama Bin Laden, los talibanes de Afganistán, un cierto Mulá Omar (¿qué habrá sido de él?), de los que nunca habíamos oído hablar en Occidente. Perdonad: nunca habíamos oído hablar. Porque en aquella época nadie hablaba en términos de “Occidente” y “Oriente”, como ocurre hoy. Creo que esto basta para desmontar teorías sobre la irrelevancia histórica del 11-S, como la que formuló William Dobson en la edición de este mes de Foreign Policy...

Lo que vino después se conoce bien: al dolor sobrevino la rabia, el señor Bush, hasta entonces un personaje borroso del que sólo sabíamos que tenía fama de poco ilustrado y que se había hecho con el poder en Estados Unidos de forma sospechosa, se dio a conocer, y Afganistán, Guantánamo, Irak... el fin de la pax americana de los años Clinton (en Europa, la edad de la inocencia iniciada con la caída del Muro de Berlín había encontrado un tempranero epílogo en los Balcanes), de la exuberancia irracional de los mercados, de la fe en el dios Globalización, la irresistible decadencia del señor Blair y de su tercera vía...

A la luz de los eventos posteriores, podemos tener la tentación de reescribir, si no la historia real, la historia de nuestros sentimientos. Hoy, parece obvio que la terrible pérdida de los americanos en el 11-S no supone mucho, en términos cuantitativos, en comparación con el tsunami de 2004, el paso de Katrina por Nueva Orleáns o el hambre en Darfur... Pero no sentimos este dolor como nuestro. ¿Por qué? Porque, en el fondo, existe "nuestro" dolor y el dolor de los demás.

Asumo mi hipocresía. Admito que aun hoy la tragedia del 11-S me llega con más fuerza al corazón que tantas tragedias anónimas que ocurren entre gente que no identifico como miembros de mi "tribu". Porque puedo imaginarme a mí mismo, o a mi querido amigo Tony, cogiendo un avión a primera hora de la mañana o mirando el skyline de cualquier ciudad desde la ventana de un edificio de oficinas... antes de ser víctima del gran Azar que de repente rompe todos los esquemas de nuestro mundo cómodo y perfecto. Como en aquella mañana de septiembre.

El 11-S se ha vivido en Nueva York de una forma extraña. La prensa local (es decir, el New York Times) suele ser bastante crítica con la Administración Bush, pero no se ha mojado demasiado en relación con el legado histórico del 11-S. Nadie se atreve a decir "debemos pasar página", aunque esto empieza a notarse. El martes pasado, pese a la celebración del aniversario del 11-S, la vida en la ciudad seguía absolutamente normal, con el mismo ajetreo de siempre. Además, puede apreciarse algún cambio en cómo la gente recuerda el 11-S: quizás ahora no se pregunta tanto "por que esto nos ha pasado a nosotros", sino que la gente se limita a recordar las personas que tuvieron la desdicha de estar allí aquél día. Curiosamente, el momento más emotivo de la ceremonia fue el momento en que se leyeron los nombres de las víctimas de aquél día (una señal inequívoca de duelo individualizado).

Bush aparte, nadie ha dicho demasiado que los muertos del 11-S eran "nuestros héroes" (por cierto, se le criticó por el uso electoralista de las celebraciones - otra buena señal), ni se ha adoptado un discurso colectivista. A los que han intentado utilizar el recuerdo del 11-S como un elemento de propaganda patriotera (como el telefilme “The path to 9/11”, emitido por la cadena ABC, que tenía pretensiones de documental pero que inventaba descaradamente escenas que jamás ocurrieron), se les ha criticado con dureza. Incluso los libros y películas que empiezan a tratar del tema tienen un enfoque mucho más individualista: películas como "United 93", o novelas como "Extrelemely loud and incredibly close" (Tan fuerte, tan cerca, en edición de Lumen) o "The Emperor´s children" (que será el gran éxito de la rentrée literaria en NY) evitan la retórica grandilocuente.

No obstante, el futuro no invita al optimismo: mientras el dolor del 11-S remite, dos de sus efectos colaterales (la doctrina del choque de civilizaciones y el fundamentalismo religioso cristiano) siguen plenamente vigentes. La cadena Fox, brazo armado del oscurantismo mundial (me atrevo a decirlo así, ya que entre sus colaboradores cuenta con gente de todos los rincones del mundo, como el expresidente Aznar), ha anunciado recientemente que estrenará un nuevo canal, llamado "Fox Faith", dedicado únicamente a la emisión de programas y películas de contenido religioso (presumiblemente cristiano). La primera emisión de la cadena será la película "La pasión de Cristo" (como no), de "Mad Mel" Gibson. Que, por cierto, ha desarrollado un mecanismo interesante de reacción a las adversidades: si le detienen por conducir borracho, grita que la culpa la tienen los "putos judíos". De haber una escala Richter del antisemitismo, esto sería un 10, vamos...

(En términos de locura, sólo se me ocurre compararlo a los que sostienen que el 11-S fue un montaje de la CIA y del lobby judío para joder a los musulmanes (en realidad, todas las "supuestas" víctimas viven ahora en Minneapolis), o a los que defienden que el 11-M fue obra de una joint-venture entre ETA y Al-Qaeda... Por desgracia, hay más gente que se cree esto de lo que nos gustaría admitir...)

Bueno, nos estamos poniendo serios otra vez... Amigo Tony, ayer estuve hablando por teléfono con tu queridísima esposa, que me hizo saber que hay un clamor popular para que tratemos de uno de los temas "programáticos" de nuestro blog: el sexo. En efecto, en este blog ya hubo deporte, política y mucha, mucha caña, pero de sexo y ritos hispánicos, ná. Si te parece, yo empiezo, ya que vivir en una ciudad que la tele asocia con el sexo (Sex and the city ha subido mucho el caché sexual de la Manzana) me da ese derecho, ¿no crees?

Iván Rabanillo

Copyright de la foto: USA Today

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