25 julio 2006

Fuego cruzado - 25.7.2006

El pequeño Iván me ha pillado a contrapié, aunque es plenamente justificable. Después de nuestros coqueteos con la pelota, íbamos a pasar a una religión menos divertida, la católica, para hablar de los desvaríos de su patriarca, el Papa de Roma. Y he aquí que me hace una finta y se planta de lleno en el más reciente escenario de la lucha entre las otras dos “grandes” religiones monoteístas, el islam y el judaísmo.

Líbano. Casas destruidas. Civiles huyendo de los escombros. Niños ensangrentados llevados en brazos hacia no se sabe dónde.

Si no fuese por la fecha de arriba, uno pensaría leyendo este travelling de reportaje periodístico que estamos de vuelta en los ochenta, cuando “Beirut” era para muchos de nosotros, entonces niños, una cuña obligada en los informativos. Pero no. Aunque haya retrasado –mea culpa- mi respuesta a las reflexiones de mi querido vecino, no había nada que temer en cuanto a la pérdida de actualidad de este asunto. El berenjenal de horror de Oriente Medio, con Palestina como punto central (con el permiso de Irak, sobre el que volveremos a buen seguro), lleva el triste camino de batir los records de longevidad de aquellas guerras de los treinta y los cien años que contenían nuestros libros de texto y que nunca llegamos a entender del todo.

Esas escenas de destrucción absurda siguen bombardeando nuestra pantalla y las portadas de periódicos sin que se nos expliquen con un poco de claridad las partes, las causas y el desarrollo del conflicto. Nombres como Hezbolá, Israel, Hamas, Gaza, Altos del Golán, Siria, Cisjordania siguen siendo un enigma para la mayor parte de televidentes. Mi ponderado vecino ha tenido la comprensible tentación de buscar una explicación a la coyuntura actual, al capítulo de ahora, poniéndose en la piel de Goliat (ironías del destino, Israel ha dejado de ser David para convertirse en el gigantón) y tratando de ver cómo salir de la crisis de estos momentos. Es en cierta medida bueno adoptar esta actitud, máxime teniendo en cuenta que desde Europa se mira con cierta simpatía e indulgencia la causa de los palestinos –cómo no sentirse identificado de alguna forma con quien combate habitualmente los misiles de los helicópteros israelíes con piedras y cócteles molotov-.

No obstante, lo de ahora no parece más que una orgía de bravuconadas militaristas de unos y otros, lanzando cohetes y misiles ¡inteligentes! sobre la población civil, destruyendo las infraestructuras de un país que apenas comenzaba a dejar atrás esa imagen de campo de batalla cotidiano. Una puesta en escena barata de la llamada diplomacia de Estados Unidos y la (des)Unión Europea, haciendo viajes de placer y lanzando cada día declaraciones abstractas que más que diplomáticas son cobardes. La diplomacia no debería ser el arte de no decir nada sino el de decir lo que no gusta sin que eso levante regueros de sangre. Fracaso.

El análisis que hace Iván es sin duda correcto en el corto plazo. Pero hay muchas variables que tener en cuenta que exceden del espacio que nos concedemos para no aburrir al lector. Dejando unas pinceladas apuntadas para futuros debates con una perspectiva más amplia, el Estado de Israel se constituyó en un territorio que pertenecía a otro pueblo como una compensación por los agravios históricos inflingidos por el antisemitismo europeo, con el holocausto nazi como último pedaño del genocidio. Desde entonces se busca rehabilitar el estatus de los territorios palestinos y de los millones de refugiados que algún día desearían volver a su tierra o a lo que queda de ella. La religión crea sin duda una barrera difícil de franquear para afrontar una salida viable y respetuosa con los deseos de paz y prosperidad de todos los afectados. Pero antes de llegar a esos obstáculos, convendría –como siempre he defendido- dejar a un lado la nefasta influencia externa de los actores extraños al conflicto. Bush habla de la "mierda de Hezbolá", la guerrilla chií del Líbano, una de las partes del conflicto actual, olvidándose que los gobiernos del país que preside llevan defecando en esa zona, es decir, armando hasta los dientes a unos (Israel de forma directa) y a otros (los palestinos de forma indirecta) desde hace décadas. De hecho, sin ser muy amigo de la teoría de la conspiración, esto más parece una feria de pruebas de nuevos y sofisticados inventos sangrientos a beneficio de las industrias de guerra (yankees) que un conflicto con algo sustancial de fondo. Los soldados secuestrados no son más que un pretexto patético. Como las armas de destrucción masiva de Irak. Ahora no hace falta mucho para invadir un país. Y para no ser autoindulgente, Europa y sus miembros no se han caracterizado precisamente por un control del tráfico de armas muy riguroso que digamos. Si los ánimos están exaltados, lo mejor no es facilitar al personal armas con las que degollarse. Lo sabemos bien en Europa después de un siglo de guerras fratricidas.

Así que para parar esta matanza y el éxodo de un país, el Líbano, cuna de nuestra (in)civilización, es preciso una mediación contundente e imparcial –no es correcto pedir el desarme a Hezbolá cuando Israel es como apuntaba el pequeño Iván un grave infractor de la legalidad internacional junto-. Es necesario además la interposición de una fuerza de Naciones Unidas –no de la OTAN- que sirva de contención entre los dos bandos, y un apoyo sólido y decidido al gobierno libanés, cuya debilidad es clave a la hora de explicar por qué Hezbolá es hoy una especie de para-Estado dentro del Estado. Por último es indispensable sentar de una vez por todas a los demás actores que están metidos hasta el cuello manipulando el sufrimiento de los ciudadanos palestinos e israelíes. Irán, Siria, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, además de Estados Unidos, Europa y Rusia, han de sentarse a la mesa de negociación y dejar de entorpecer y frustrar las esperanzas de los ciudadanos de a pie israelíes y palestinos que no apoyan las medidas sanguinarias y los abusos de poder de sus gobernantes.

Una solución viable es ésa, más allá de tacticismos militares vacíos y de las interpretaciones de analista de opereta que hacen muchos columnistas en la prensa que no han entendido nada a lo que se juega en el tablero de Oriente Medio.

A partir de ese primer paso, será preciso abordar de una forma paciente pero firme un proceso de paz que hasta la fecha ha sido más proceso que paz.

Tony Fernández

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