La otra orilla
De la otra orilla, poco que comentar, Iván el Sabio ha resumido perfectamente el pensamiento yanki tras la matanza de Virginia: los desgraciados estudiantes murieron porque no llevaban armas para liarse a tiros como John Wayne, no porque un chiflado que compró su arma en una tienda de ultramarinos les disparase...
Desde aquello, no parece que la actualidad se haya movido mucho por allá, si exceptuamos que Paris Hilton está en la cárcel. Por acá también hemos tenido a la Pantoja en el trullo, aunque de momento está en la calle de nuevo bajo fianza. Será el diálogo transatlántico del que tanto le gusta hablar a Ansar.

Es tremenda esta preocupación por el efecto en los niños que pueda tener la homosexualidad. En España, las iras de la Iglesia contra las reformas aprobadas por el gobierno socialista que equiparan los derechos de los ciudadanos en materia de matrimonio y adopción con independencia de su orientación sexual han disminuido un poco (tal vez se han dado cuenta de que su líder político, Mariano, no es precisamente un ejemplar de “macho man”). Pero lo cierto es que esa fobia a lo homosexual es bastante enfermiza en la jerarquía católica y en los conservadores: como todo el mundo sabe, la homosexualidad se ha desarrollado en dos centros de los que las mujeres (o los hombres en el caso de los conventos) fueron excluidas: el ejército y los monasterios. Y los muy cernícalos, soldaditos y frailes, abanderan ahora la lucha por atacar sus propias tentaciones carnales... Primero, que el matrimonio (como concepto inmutable en sí mismo por los siglos de los siglos) no puede predicarse de dos hombres o dos mujeres. Claro. Aquello de las manzanas y las peras que decía la sabia Ana Botella. ¿Y el divorcio? ¿Eso no desnaturaliza el “matrimonio”? ¿Y la poligamia, admitida por varias religiones? Lo mismo pasa con la adopción de niños por homosexuales. El personal se empeña en preocuparse por la salud mental de los niños que van a ver a sus padres/madres fornicar sin parar con otra persona del mismo sexo. Primero, hay homosexuales que nacen de padres heterosexuales. Segundo, y más importante, yo no sé ustedes, pero la historia de mi infancia no fue una escena porno continuada de mis padres...me imagino que las parejas del mismo sexo no se pasan el día chuscando-dale-que-te-pego delante de los niños...Esa visión se debe más bien a que los intolerantes tienen la mirada sucia y sólo piensan en el sexo (lo cual no es de extrañar, tanta represión no genera nada bueno).
Todo esto por el bolso de mano y el color violeta de Tinky-Winky. Menos mal que la Comisión Europea, ese ente de gobierno europeo desconocido que últimamente no encuentra el Norte, ha salido a la palestra a defender la libertad de expresión. Si gana el PP las elecciones generales, ya sabéis: los próximos en ir al trullo serán...Epi y Blas o Zipi y Zape (estos últimos no por “maricas” sino por ser afines a “ZP”).